La desconocida escaramuza fronteriza detrás de la boda de los Reyes Católicos
Te contamos la aventura de Fernando el Católico que le permitió casarse con Isabel
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La vida de los Reyes Católicos está llena de hitos fundamentales para la historia de España como la expulsión de los judíos, la conquista de Granada o el descubrimiento de América. Se trata de hechos ampliamente conocidos, que todos hemos estudiado en el colegio y sin los cuales no se comprendería el devenir de nuestro país por la historia.
Sin embargo, en la vida de Isabel y Fernando también hay otros sucesos menos célebres pero que ayudaron a forjar uno de los más importantes reinados de la monarquía hispánica.
Uno de estos hechos se produjo en los meses anteriores a la boda de los Reyes Católicos. El enlace entre ambos se convirtió con la perspectiva que nos da la historia en un hito trascendental, al suponer la unión política de los dos principales reinos de la península Ibérica, Castilla y Aragón.
La aspiración de Isabel a reinar
Sin embargo, en aquel momento el matrimonio se veía como un movimiento, si no con esa trascendencia, sí de amplias consecuencias políticas. El motivo es que en 1469, fecha en que tuvo lugar la boda, Isabel se hallaba en plena disputa con su hermano, el rey Enrique IV de Castilla.
La razón del conflicto estribaba en que Enrique quería nombrar como heredera a su hija Juana (llamada “la Beltraneja” por ser supuestamente su padre Beltrán de la Cueva), contraviniendo lo firmado en los Pactos de Guisando, que señalaban a Isabel como Princesa de Asturias y sucesora natural su hermano.
El tratado alcanzado en Guisando también dictaba que el matrimonio de Isabel debía ser aprobado por Enrique, que pretendía casarla con el Duque de Guyena, hermano del rey de Francia, o con su cuñado Alfonso V de Portugal. Con lo que el monarca castellano no contaba es que Isabel, al ver que Enrique rompía el pacto al proclamar a su hija como heredera, decidió también pasar por encima del permiso que debía dar su hermano para elegir esposo.
Los más estrechos colaboradores de Isabel, especialmente Gonzalo Chacón y el arzobispo Carrillo, comenzaron a sondear al candidato ideal para desposar a Isabel. La respuesta estuvo clara desde el principio: el príncipe de Aragón, Fernando, era casi de la misma edad que Isabel, era un reputado militar y ya lucía la corona de Sicilia.
Así pues, la camarilla de la futura reina de Castilla inició los contactos con la Corte aragonesa para cerrar el enlace. El casamiento era muy del agrado del reino vecino, ya que quería asegurarse el apoyo de Castilla en el contexto de sus continuas guerras con Francia, por lo que todo fueron facilidades por parte del rey Juan II de Aragón.
Disfrazado de criado
Pero Enrique —y su principal consejero, Juan Pacheco— no estaba dispuesto a que su hermana llevara a buen término sus planes. Por eso, llenó la frontera con Aragón de tropas y espías destinadas a interceptar a Fernando cuando fuese a encontrarse con Isabel.
La solución del bando isabelino fue que el emisario que la entonces Princesa de Asturias, Gutierre de Cárdenas, acompañase a Fernando en una legación aragonesa que supuestamente debía dirigirse a Castilla para hacer tratos con Enrique. Como relata Luis Suárez, biógrafo canónico de Isabel la Católica, en realidad, el propósito de la comitiva era llegar a Dueñas, cerca de la princesa. Para esquivar a los agentes del rey, tanto Cárdenas como el joven Fernando se disfrazaron de criados para no llamar la atención.
Una vez llegados a la localidad palentina, cuenta Suárez, los viajeros pudieron descansar en casa del conde de Buendía, hermano del arzobispo Carrillo, y dieron aviso a Isabel de que Fernando ya estaba en Castilla.
Apenas diez días después de la llegada del príncipe aragonés, el 19 de octubre de 1469, Fernando e Isabel contrajeron matrimonio en Valladolid, en el Palacio de los Vivero. Fue el inicio de una gran aventura que se inició con una escaramuza fronteriza.