Florencia reúne por primera vez en la historia las tres “Piedad” que esculpió Miguel Ángel
El museo del Duomo de Florencia inaugura una muestra en la que se puede contemplar la evolución de la escultura del genio florentino a través de esta imagen icónica
Roma - Publicado el - Actualizado
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Las tres esculturas fueron realizadas por Miguel Ángel en distintos periodos de su vida y son un claro reflejo de la evolución del genio a lo largo de los años, pero nunca antes se habían exhibido juntas.
El calco es una suerte de “doble” de la obra original. Es decir, mediante un molde, reproduce el tamaño, la textura y sus características formales, pero realizadas en otro material: el yeso, que incluso, en algunos casos, replica el color de la pátina de la obra en cuestión. Estos dos calcos son únicos, porque están supervisados por una institución oficial y tienen gran valor, aunque se trate de una reproducción.
La más conocida es la Piedad que se encuentra en la Basílica de San Pedro. Según el contrato que el propio Míguel Ángel firmó en Roma en agosto de 1498, cuando tan sólo tenía 24 años, estaba “obligado” a esculpir una “una Piedad de mármol, hecha con una Virgen María vestida sosteniendo en sus brazos a su hijo Jesucristo muerto, a escala natural”. Fue su primer encargo importante, por el que cobró 450 ducados de oro y tuvo que realizarlo en el plazo de un año.
El impacto que causó esta escultura fue increíble. Ese Cristo sostenido por los brazos de su madre, reflejada en su juventud fue colocado en la capilla de Santa Petronilla poco antes del 1500, año del Jubileo. Después fue trasladado a la Basílica de San Pedro y en el siglo XVIII, expuesto en la nave derecha, donde aún hoy es admirada por miles de peregrinos y turistas.
La Piedad inacabada que el artista intentó destruir
La Piedad conservada en el Museo de la Opera del Duomo de Florencia, también conocida como “Piedad Bandini” está inacabada y cuentan que el artista intentó destruirla.
Con más de 2 metros de altura fue tallada por el artista en Roma hacia 1550. Representa el cuerpo de Cristo sostenido por Nicodemo, abrazado por la Virgen María y, a la izquierda del grupo, María Magdalena. Los expertos aseguran que el rostro de Nicodemo es el propio autorretrato del artista.
Miguel Ángel vendió la escultura a Francesco Bandini por doscientos escudos y la pieza estuvo en la villa romana de Francesco Bandini hasta su traslado a Florencia. Desde el año 1722 se encuentra en Santa María del Fiore.
Alguno de sus biógrafos asegura que Miguel Ángel, insatisfecho con su obra, empezó a destruirla, pero fue detenido por su criado. De hecho se aprecian las huellas de estos golpes en
el brazo y en la pierna izquierda de Cristo y en los dedos de la mano de la Virgen. La figura de la Magdalena fue concluida por Tiberio Calcagni, alumno y amigo de Miguel Ángel.
La reciente restauración de esta obra reveló que posiblemente quiso destruirla porque el enorme bloque de mármol sobre el que trabajaba era imperfecto. Cuando el artista esculpió esta pieza ya era anciano y estaba más concentrado en el destino humano, en la muerte y a menudo, mientras trabajaba, sufría crisis depresivas.
La inacabada Piedad Rondanini, envuelta en el misterio
La Piedad Rondanini es la última obra conocida del artista. Miguel Ángel estaba a punto de cumplir 89 años cuando estaba cincelándola y se encontró en su estudio tras la muerte del genio.
Miguel Ángel retoma la composición de la Piedad Bandini que había decidido destruir a martillazos, pero en esta ocasión sólo se quedó con la Madre y su Hijo fallecido. Nunca llegó a acabarla, pero nos ha dejado una de las obras más personales y enigmáticas del artista del Renacimiento.
Adquirida por los marqueses Rondanini en 1744, esta Piedad llegó al Castillo Sforzesco de Milán en 1952. Es la Piedad más enigmática y emotiva porque refleja la fusión mística entre Madre e Hijo. Según los responsables de esta muestra, la Rondanini “es más una oración que una obra de arte, o la demostración artística del hecho que el hombre de fe ha visto más allá de las apariencias reales, que la mano no logra restituir lo que el ojo interior ha podido contemplar”.