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Cuando la propaganda es el mayor enemigo del periodista

Fernando Prieto Arellano,Madrid, 17 mar (EFE).- Desde mediados del siglo XIX siempre ha habido al menos un periodista cubriendo una guerra. En principio eran considerados casi como espías; hoy son tratados como un "combatiente desarmado", un agente transmisor al que inocular el virus de la propaganda.,Esta es una de las principales ideas que aborda el periodista de la Agencia EFE Alfonso Bauluz en su libro "Prensa y manipulación. El Pentágono y las Operaciones de Información" (Fragua), que se pr

Agencia EFE

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Fernando Prieto Arellano

Desde mediados del siglo XIX siempre ha habido al menos un periodista cubriendo una guerra. En principio eran considerados casi como espías; hoy son tratados como un "combatiente desarmado", un agente transmisor al que inocular el virus de la propaganda.

Esta es una de las principales ideas que aborda el periodista de la Agencia EFE Alfonso Bauluz en su libro "Prensa y manipulación. El Pentágono y las Operaciones de Información" (Fragua), que se presenta el lunes en Madrid.

En dicha obra, Bauluz, quien como periodista estuvo empotrado con los "marines" estadounidenses durante la Guerra de Irak (2003), hace un estudio pormenorizado de las relaciones entre prensa y fuerzas armadas, tomando como paradigma el modelo de EEUU.

Los militares tardaron en apercibirse de que el periodista que cubre la información en el teatro o la zona de operaciones no es, ni pretende ser, un espía, según se los consideraba en el siglo XIX, en guerras como la que Estados Unidos libró contra México (1846-1848) o en la Guerra hispano-norteamericana (1898).

La experiencia de la II Guerra Mundial ya había demostrado que se podía enviar a periodistas empotrados con las tropas, y que estos, de manera consciente o inconsciente, podían ser no solo un informador sino también una especie de "combatiente desarmado" que se encargaba de nutrir de patriotismo a la retaguardia.

En su obra, Bauluz destaca que tras la derrota de Estados Unidos en Vietnam (1964-1975), donde los estadounidenses "ganaron cada batalla hasta perder la guerra", como dijo el que fue su comandante en jefe sobre el terreno, general William Westmoreland, los estrategas de Washington se dieron cuenta de la necesidad de cambiar las relaciones entre prensa y ejército.

Vietnam no convirtió a los periodistas estadounidenses en agentes encargados de elevar la moral de quienes estaban en sus casas.

Muy al contrario, las crónicas sobre el terreno que escribieron periodistas como Seymour Hersh (con su relato de la masacre de My Lai), H.D.S. Greenway o Stanley Karnow fueron tan demoledoras como decisivas para cambiar por completo un estado de opinión.

Habrá que esperar a la Guerra de Irak en 2003 para ver una evolución (o involución, como se deduce del texto de Bauluz) en el concepto del periodista empotrado.

En su libro, Bauluz señala que la presencia masiva de los informadores empotrados con las tropas "permitió a los militares estadounidenses hacer un uso táctico y operativo, que, en algunos casos, superó por completo el papel tradicional de la prensa."

Y en este sentido, llega a la conclusión de que "el proceso de concentración empresarial de los medios y el subsiguiente fenómeno de acusada jerarquización (?) condujo al secuestro del criterio profesional, prostituido por pretendidos valores como rentabilidad, penetración de mercado y retorno de la inversión."

Con todo, Bauluz considera que la presencia del periodista sobre el terreno seguirá siendo necesaria "para contrarrestar las operaciones de desinformación del enemigo, cada vez mejor elaboradas y más eficaces", según dijo a Efe.

A juicio de Bauluz, "el nuevo reto del periodista" es "asegurarse la mayor invulnerabilidad a los intentos de anularle virtualmente" mediante "el empeño en desacreditar su trabajo, maniobra que está a la orden del día".

En este sentido, Bauluz sostiene que "los medios tradicionales pueden sucumbir en breve a los monstruos tecnológicos como Alphabet Inc., de la que es subsidiaria Google, Facebook u otras. Las cabeceras, por necesidades económicas, han querido creer que eran sus aliados o socios estratégicos, y no solo no lo son, sino que son sus depredadores".

No obstante, afirma que "el trabajo del periodista en el teatro de operaciones continuará existiendo, seguro. Quien retribuya su trabajo desconozco qué forma societaria tendrá, pero sí pienso que demandará una cobertura en diferentes formatos narrativos".

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