De los paracaídas de seda al túnel de viento: 70 años de paracaidismo militar en España
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El 23 de enero de 1948 el cielo estaba nublado y las rachas de viento -de 10 a 25 kilómetros por hora- no aconsejaban saltar en paracaídas en el aeródromo de Alcantarilla. No obstante, una docena de militares del Ejército del Aire, después de cinco meses de instrucción, optaron por no pensárselo mucho y hacer historia. Fue el primer salto paracaidista militar en España, del que hace unas semanas se han cumplido 70 años.
José Miguel Fernández Abellán, suboficial mayor del Ejército del Aire -en el que ingresó hace 42 años- recuerda que cuando realizó el primer salto “el miedo a lo desconocido estaba ahí, lo que pasa es que la instrucción paracaidista que recibíamos durante diez días hacía que reaccionáramos de forma casi automática”. Y confiesa que “una vez que llegas al suelo te das cuenta de lo que has pasado”.
Los primeros paracaídas utilizados eran “de apertura automática, de seda natural y tenían bastantes incidentes si estaban mucho tiempo plegados, porque se solían pegar los paños, tenían muy poco diseño aerodinámico”, nos cuenta este militar del Ejército del Aire. Explica que esos paracaídas “tenían un balanceo, la campana era muy corta en su longitud, los cordones eran muy largos, y la velocidad de descenso era de 6 metros por segundo, a diferencia de hoy en día que caemos a 4 metros por segundo”, lo que hacía en aquella época que “el porrazo en el suelo fuera considerable”.
La evolución en los materiales y las técnicas de lanzamiento “ha sido grandísima”, para empezar porque los paracaídas básicos son ahora el doble de grandes, “de una fibra moderna, se utilizan materiales muy modernos, y son tan grandes para que puedan permitir llevar un equipamiento adicional”. Fernández Abellán -con más de 4.500 lanzamientos a sus espaldas- cree que lo que más ha ayudado a mejorar la seguridad es “el tamaño de las campanas”, y sobre todo el diseño de los paracaídas, “que son mucho más estables”, lo que evita las aperturas anómalas. Además, ahora disponen de simuladores para la caída, el descenso, la posición de aterrizaje... Y con el túnel de viento, que facilita que “los paracaidistas de apertura manual caigan y abran sus paracaídas estables desde el primer lanzamiento”.
El suboficial mayor Fernández Abellán asegura que su vocación de paracaidista viene de lejos, lo vivió desde pequeño. Su padre era militar del Ejército del Aire, también paracaidista, y le acompañaba “cuando iba a hacer las reválidas, lo tenía grabado en la cabeza”. Le contó que “empezó con los primeros saltos de apertura manual -que comenzaban en el año 61- y en el segundo salto del curso, en una apertura, se partió las dos clavículas” y estuvo tres meses de baja.
De momento, este veterano sigue saltando en paracaídas, algo que lleva haciendo desde hace 41 años. “El momento de parar desgraciadamente llegará -señala- dentro de dos años, que es lo que me queda de tiempo de servicio”.