España, el país europeo con más fraude alimentario: pérdidas de miles de millones de euros cada año

Solo en vino y bebidas alcohólicas el comercio ilegal equivale al 8% de las ventas

Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

6 min lectura

España es el país de la Unión Europea con más fraude alimentario en sus productos de origen, según la organización no gubernamental EIT Food. Calculan en 30.000 a 40.000 millones de euros de pérdidas anuales en la industria agroalimentaria europea por este tipo de delito acelerado por la inflación con productos adulterados o de procedencia dudosa y potencialmente peligrosos para los consumidores.

Productos lácteos, aceite para cocinar y alcohol son junto con los suplementos de vitaminas y especies los productos más incautados en operaciones antifraude en el sector alimentario europeo. Completan la lista otras grasas, pescado, carne, frutas, verduras y aves de corral con el mayor número de casos reportados a las autoridades competentes de sospecha de falsificación o adulteración.

El comercio ilegal se expande

Los casos de fraude alimentario van a más en la Unión Europea, se dispararon un 85 por ciento entre 2016 y 2019 y los expertos consultados por COPE consideran que se han acelerado aún más tras la pandemia por el aumento del comercio online y azuzado también por la inflación que empuja a los consumidores a tratar de encontrar precios lo más ajustados posibles.

Solo en el mercado del vino y de las bebidas alcohólicas en España, las falsificaciones tienen un coste anual para el sector de más de 400 millones de euros, algo más del 8 por ciento de las ventas del sector según los datos publicados por la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO).

Martin Sarobe, experto en trazabilidad y monitorización de productos explica a COPE que “lo que se está observando es que hay un mercado en b paralelo de botellas originales que se han consumido una primera vez pero que luego vuelven a rellenarse, se vuelven a encorchar y a encapsular esas botellas con un producto que lógicamente es de menor calidad y que se vende a un precio similar al de la original. En otros casos lo que se falsifica es directamente la etiqueta, la denominación de origen o cualquier otra característica del producto”.

Al frente de la empresa de marcación, monitorización y trazado de la producción y distribución de productos SICPA añade que: “no es el único fraude con las bebidas alcohólicas. Otro clásico y exclusivamente económico consiste en enmascarar el consumo de cerveza como consumo de cerveza sin alcohol para evitar pagar los tributos especiales por bebidas alcohólicas”.

El fraude genera pérdidas de casi 7.000 millones al año

En España las pérdidas económicas por falsificaciones en todos los sectores alcanzan anualmente los 6.766 millones de euros lo que equivale al 10,6 por ciento de las ventas. Más de la mitad de estas pérdidas se concentran en el sector textil (algo más de 3.800 millones de euros). A continuación, en esta lista del fraude figuran el sector de los medicamentos (850 millones de euros) y cosméticos (840 millones de euros) y después del de los vinos y espirituosos (430 millones de euros) y finalmente de los teléfonos móviles (386 millones de euros).

En la Unión Europea la proporción es similar a la que tenemos en España, pero las pérdidas alcanzan casi los 56.000 millones de euros anuales que suponen un porcentaje de las ventas totales algo inferior al caso español, del 7,4 por ciento.

El impacto negativo se nota además en el empleo. Calculan que solo entre 2012 y el 2016 las falsificaciones hicieron que se perdieran casi 53.500 puestos de trabajo en España y más de 450.000 en la Unión Europea.

España a la cabeza en fraude alimentario que es la punta del iceberg

Nuestro país encabeza el ranking de países con mayor fraude alimentario seguido de Italia, Holanda, Grecia y Polonia. Para Sarobe, las cifras de los informes disponibles, además de desactualizadas pues la mayoría han sido elaborados antes de la pandemia, solo dan cuenta de una pequeña parte del fraude que realmente se produce. Algunas estimaciones sitúan las pérdidas en la industria alimentaria por este comercio fraudulento en hasta 40.000 millones anuales.

“El fraude es muy difícil de rastrear y de trazar porque es la punta del iceberg y por debajo hay muchísimas prácticas que son bastante más indetectables. Todo producto que empieza a adquirir una relevancia ya sea por calidad, por precio o porque se considera un producto más de lujo es susceptible de ser elegido por los falsificadores porque, a igual coste de manipulación para ellos, aumenta el potencial beneficio que pueden obtener de ese comercio ilegal”, subraya.

A pesar de ello, los férreos controles vigentes en la Unión Europea limitan mucho los riesgos para la salud de los consumidores. Según admite Sarobe: “es muy difícil que pueda haber un problema como se dio en España en los años 80 con el aceite de colza. Hoy en día esto es muy muy improbable”. Fue la mayor intoxicación alimentaria de España. Una tragedia en la que al menos 5.000 personas murieron y al menos 20.000 quedaron con secuelas de por vida tras consumir un aceite industrial que se vendía como apto para el consumo humano y del que el Estado fue considerado responsable civil subsidiario en 1997.

Principales brechas de seguridad y cómo resolverlas

“En la cadena de suministros puede haber brechas que los estafadores o las mafias aprovechan para colar productos fraudulentos, falsificados y no genuinos que es un fenómeno que se ha acelerado en los últimos años y que para algunas marcas ha llegado a suponer una bajada de hasta un tercio de sus ventas. Solucionarlo pasa por aumentar la inversión en seguridad para proteger mejor al consumidor” señala Sarobe.

Considera que productos españoles como el jamón, aceite y vinos llevan décadas subiendo en los rankings internacionales, han crecido en consideración por la calidad que tienen, pero, según señala este experto, “el ritmo de inversión de determinades sectores para proteger sus marcas no ha sido acorde al éxito del sector alimentario español fuera de nuestras fronteras”.

La marcación segura de los productos por medio del etiquetado o marcando los productos envasados utilizando tintas de alta seguridad, invisibles al ojo humano, son algunas de las posibles medidas de seguridad disponibles. Además de esta prueba de autenticidad, es importante seguir la trazabilidad y serialización de los productos algo que puede hacerse con un número de serie o código, a modo de DNI, como por ejemplo los códigos QR que facilitan el seguimiento a lo largo de la cadena de suministro y proporcionan también esa información al consumidor.

Es a lo que se dedican distintas empresas como Sicpa con diferentes mecanismos para corroborar y blindar la legitimidad de los productos originales y limitan los riesgos de adulteración, falsificación y las fisuras en la cadena de suministros que ya están implantadas en la industria del vino, las conservas, aceites, licores y productos de denominaciones de origen como por ejemplo los quesos o el azafrán de La Mancha.

Los niveles de confianza son mejorables

El 47 por ciento de los europeos aseguran tener confianza en la autenticidad de los alimentos que consumen. La confianza en el sistema alimentario es en general relativamente baja según el último EIT Food Trust Report aunque esto no impacte mucho, según señalan, en sus decisiones de compra diarias. Pese a ello y al progresivo aumento de la confianza en los últimos años, las cifras muestran que hay margen de mejora.

España está junto con Finlandia entre los países con mayores niveles de confianza desde 2018 en los principales actores de la cadena alimentaria: agricultores, fabricantes, el comercio minorista y autoridades. Checos y turcos son los que menos confianza expresan en esta encuesta hecha a más de 20.000 consumidores. El 62 por ciento confía en la autenticidad de los alimentos en nuestro país frente al 46 por ciento de media en la Unión Europea.

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