Trump y Groenlandia: el poder estratégico de las tierras raras

Son 17 elementos químicos que se han vuelto imprescindibles en tecnología, industria militar, farmacéutica o energías renovables y China tiene casi el monopolio

Victoria Ballesteros

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

      
      
             
      

Quedan exactamente 7 días para que Trump vuelva a la Casa Blanca. Habrá que ver entonces qué pasa con los planes que ha anunciado últimamente, como por ejemplo anexionarse Groenlandia. Uno de los motivos por los que quiere este territorio son las tierras raras.

Su extravagante intención ha puesto de nuevo el foco en el poder de estos materiales. Este recurso natural está más presente en nuestro día a día de lo que pensamos. La pantalla del móvil, la televisión, la fibra óptica, la batería del coche eléctrico, el microondas… todos tienen en común el uso de tierras raras en su fabricación. Pero, ¿qué son exactamente las tierras raras y por qué ciertos países, como China y EE. UU., quieren controlar este mercado, entrando en una especie de fiebre del oro moderna?

Las tierras raras son 17 elementos químicos del grupo de los lantánidos, junto con el escandio y el itrio, que se han vuelto imprescindibles en múltiples industrias estratégicas. Desde la tecnología y la informática, hasta la industria militar, farmacéutica y las energías renovables, estos materiales son clave para fabricar dispositivos como teléfonos móviles, turbinas eólicas, misiles de precisión y coches eléctricos.

A pesar de su nombre, no son tan escasas en la corteza terrestre. Sin embargo, el desafío radica en su extracción y refinamiento, que resultan “costosos y altamente contaminantes”. Esto se debe a que las tierras raras “suelen encontrarse mezcladas con otros elementos, algunos de ellos radiactivos”, como el uranio. Según Joaquín Azcúe, profesor de EAE Business School, este aspecto supone “un conflicto directo con los objetivos de transición energética que Europa busca alcanzar”. “Se da la paradoja de que para avanzar en ese objetivo medioambiental, por ejemplo con los coches eléctricos, necesitas tierras raras que requieren de un proceso que puede ser muy contaminante”.

El dominio chino en el mercado de tierras raras

China tiene el control indiscutible de este sector, siendo responsable de más del 95% de las tierras raras utilizadas en Europa y alrededor del 80% de las importadas por Estados Unidos. Este dominio no solo se debe a sus enormes reservas, sino también a su capacidad tecnológica y su infraestructura para procesar estos materiales. Durante décadas, el país asiático invirtió en desarrollar esta industria, consolidando lo que muchos consideran un monopolio global.

El control de China sobre las tierras raras le otorga una ventaja estratégica en el ámbito económico y geopolítico. Este monopolio permite al gigante asiático imponer precios y restringir exportaciones en caso de tensiones diplomáticas, como ocurrió en 2010 durante un conflicto con Japón. “No sabemos qué pasaría si China decide cortar el grifo, pero prescindir de las tierras raras supone un retroceso tecnológico a la época de los años 60”, añade Azcúe.

      
             
      

La rivalidad entre China y Estados Unidos

La dependencia de Estados Unidos y Europa de las exportaciones chinas ha generado preocupaciones sobre la seguridad del suministro. Washington ha comenzado a implementar medidas para reducir esta dependencia, como la reapertura de minas en California y la búsqueda de alianzas con otros países productores. Sin embargo, reconstruir una cadena de suministro completa fuera de China es un proceso lento y con unos costes muy elevados.

La creciente competencia entre las dos potencias ha llevado a comparar el control de las tierras raras con una “fiebre del oro” moderna. Para países como Estados Unidos, garantizar el acceso a estos materiales es vital para mantener su liderazgo en sectores estratégicos, como la defensa y las energías renovables. “Se da la

Reservas globales y la situación en España

Además de China, otros países como Australia, Brasil, India, Rusia y Vietnam poseen importantes depósitos de tierras raras. Australia, en particular, se ha consolidado como un proveedor alternativo confiable, mientras que países como Groenlandia despiertan interés por su potencial para diversificar las fuentes de extracción.

      
             
      

En España, aunque se han identificado yacimientos (en Fuerteventura, por ejemplo), la complejidad de la extracción y el refinamiento dificultan su desarrollo como una fuente significativa de producción. Por otro lado, ese proceso se suele topar con la oposición frontal de ecologistas y otros colectivos dado el impacto ambiental que puede causar, totalmente contrario a las directrices europeas. “La clave es buscar mecanismos para hacerlo de una manera más amigable con el planeta, que es en lo que está trabajando Europa. Pero, claro, es un modelo más lento y que requiere de mucha inversión”, explica el profesor.

Un recurso clave para el futuro

El control de las tierras raras se ha convertido en un tema central de la geopolítica actual. Con su importancia creciente en tecnologías limpias y avanzadas, países como China y Estados Unidos compiten por asegurar el suministro de estos materiales estratégicos. Mientras tanto, Europa busca alternativas para reducir su dependencia y avanzar en su transición energética sin comprometer su autonomía industrial.

La lucha por las tierras raras, aunque menos visible que otras disputas geopolíticas, podría ser crucial para definir el futuro de la tecnología y la economía global.

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