El factor emocional en la toma de decisiones

Silvia Plaza, presidente de AJE Zaragoza, analiza qué ocurre cuando en un entorno laboral se mezclan emociones personales y profesionales

El factor emocional en la toma de decisiones

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Además de un plan de negocio, de una estrategia, de un buen equipo y de tantas otras cuestiones profesionales, en la empresa es vital el equilibrio emocional. A mi modo de ver, las empresas no son nada sin las emociones, tanto individuales como colectivas, pero hay que saber darles el peso adecuado en cada situación. De ello puede depender el futuro de una compañía, sea del tamaño que sea. Sobre todo en las pymes que a veces no tienen tanto colchón financiero como las grandes empresas.

Lo que uno siente ante determinadas situaciones, las intuiciones que tenemos como empresarios, directivos o trabajadores son importantes. Lo complicado es conjugarlas o saber darles el peso necesario con los datos racionales y concretos que nos llevan a tomar decisiones. Esto sucede en todo tipo de empresa, y en los emprendedores con equipo muy pequeños y en las empresas familiares esta dualidad razón – emoción es todavía más acusada.

En ocasiones como empresarios sentimos apego hacia ciertas partes, lo que nos lleva a dilatar decisiones, a quemar recursos innecesarios… No mueven sentimientos como la pena, la nostalgia, e incluso a veces la vergüenza de dar carpetazo a cosas y que el resto vea que no nos ha ido bien en un aspecto. Esta parte es la más peligrosa del factor emocional, la de dejarnos llevar por la nostalgia de otros tiempos. En ese caso se retrasan decisiones acertadas porque una emoción la estaba bloqueando y, el resultado puede ser demoledor.

Hay otra parte emocional que quizá sí funciona más como motor, que son aquellas corazonadas ante algo que puede imprimir aire nuevo a la empresa, una solución creativa, un nuevo empujón.

Sea como sea, en la educación empresarial tenemos un objetivo permanente que es el de aprender a manejar habilidades emocionales que tienen y tendrán un alto impacto en la viabilidad de nuestras empresas. Habilidades como visión de negocio, adaptación al cambio, conciencia del momento presente, capacidad de resolución, frustración ante las situaciones… Son parte de nuestra profesionalización. No se trata de no escuchar al instinto, ni de no pensar en lo construido, en las personas que nos rodean, decidir escuchar a la razón o a la emoción sería lo fácil: estar en un bando. Pero como todo en la vida, es cuestión de equilibrio y de saber coordinar ambas partes.

Para ello debemos planificar con criterio, tener sistemas de medición, conocer nuestras “líneas rojas” que nos indican cuál es nuestro margen de maniobra… Ello nos dará el esquema sobre el que debemos dejar respirar nuestras ideas, emociones, datos y finalmente, en qué dirección debemos tomar las decisiones.

Tomar una buena decisión, e incluso a veces simplemente tomarla no da un beneficio casi inmediato: la liberación y por tanto el descenso de nuestra presión mental. Abandonar batallas perdidas o decidir poner toda la carne en el asador nos da la oportunidad de centrarnos en lo importante, priorizar, decidir dónde van nuestros esfuerzos y los de nuestro equipo y, por tanto, perseguir el resultado que queremos.

Silvia Plaza,

Presidente de AJE Zaragoza