¿Y si estuviésemos formando a los niños para un mundo que ya no existe?
El vicepresidente de CEAJE, Lois Babarro, reflexiona en esta tribuna sobre la función de la escuela en nuestra sociedad
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Son tiempos para redefinirlo todo, empezando por la función del sistema educativo. En un mundo en el que, en tan solo 3 segundos, puedo conseguir millones de datos desde mi teléfono móvil, ¿tiene sentido emplear la mayor parte del tiempo en inocular datos en el cerebro de unos adolescentes? ¿Un buen estudiante es aquel capaz de chapar 200 folios y ponerlos por escrito? En mi empresa, alguien que me muestra en su CV dos carreras y un master lo único que me demuestra es una capacidad espectacular de retener datos. ¿Son estas las habilidades que requiere el mercado laboral? ¿Favorece este sistema educativo el emprendimiento? Es lógico que millones de alumnos no encuentren motivación para estudiar cuando les estamos diciendo que la mayor parte de profesiones que hoy existen van a desaparecer en los próximos años, así que quizá haya llegado la hora de redefinir el objetivo último del sistema.
Afrontamos un mundo que cambia a tal ritmo que de nada sirve la acumulación de datos que en poco tiempo estarán obsoletos. El objetivo último de la educación es la formación de ciudadanos responsables y trabajadores, capaces de formar parte de un sistema laboral que va a vivir una de las grandes revoluciones de la historia y, lo que es más importante, en un breve periodo de tiempo. Por ello tengo la absoluta certeza de que una de las grandes revoluciones de este siglo debe ser la función de la escuela en nuestra sociedad, una escuela que forme para "una economía diferente, que haga vivir a la gente y no mate, que incluya y no excluya, que humanice y no deshumanice, que cuide la creación y no la saquee”. Economía de Francisco.
Necesitamos empresarios y trabajadores con la habilidad de comunicar, de nada sirve tener grandes proyectos o un gran producto si no tenemos la capacidad de expresar las bondades del mismo. En un mundo donde todo cambia a un ritmo vertiginoso, necesitamos formar en las habilidades de aprender y desaprender, algo que resulta muy complejo si no se entrena desde la infancia. En un mundo de hiperestimulación informativa, necesitamos ciudadanos con la capacidad de filtrar datos, con la inteligencia interpersonal que le permita interactuar y trabajar en equipo y con la inteligencia intrapersonal que le haga dominar sus instintos. Necesitamos personas con valores que entiendan que el verdadero crecimiento de una empresa lo es si, y solo si, este repercute en beneficio de la comunidad en la que vive. Necesitamos ciudadanos que entiendan que un país no evoluciona criticándolo desde un sofá o desde la barra de un bar, un país crece gracias a la valentía y la perseverancia de unos ciudadanos capaces de asumir la frustración y de reinventarse tras cada caída. Valentía y Perseverancia, cualidades que pueden quedar mitigadas por la sobreprotección del núcleo familiar. En definitiva, tenemos por delante un gran debate con el objetivo de redefinir el fin último del sistema educativo en el siglo XXI. Decía Séneca que “Nunca hay viento a favor para aquellos que no saben a donde van”. ¿Qué habilidades requiere un ciudadano del Siglo XXI?