Madrid - Publicado el - Actualizado
4 min lectura
Antes de la pandemia el turismo español era un éxito. Antes de la pandemia el ocio en nuestro país se colocaba a la cabeza. Antes de la pandemia los comercios abrían sus puertas. Antes de la pandemia… Pero, ¿vamos a seguir lamentándonos con esa idea?
En 2019, ¿quién recuerda eso ya?, la Comisión Europea publicaba el informe con los datos del programa «Erasmus+» de ese año. Un proyecto pensado para dar una oportunidad a los jóvenes europeos de estudiar, formarse y adquirir experiencia profesional en el extranjero. Este informe reflejaba que en España hemos sido líderes en el número de proyectos tanto de movilidad por motivos de aprendizaje como de asociaciones estratégicas; y, además, fuimos uno de los países con mayor representación en el número de participantes del programa. Una vez más… antes de la pandemia.
Pero volviendo a los datos, no podemos negar que estos decían mucho del carácter abierto y dispuesto de nuestra generación. Los jóvenes hemos crecido al ritmo de la globalización. Hemos visto cómo los mercados se han ido haciendo cada vez más globales y cómo las barreras al movimiento de personas y mercancías han prácticamente desaparecido.
Por eso, para nosotros, los jóvenes empresarios, la internacionalización no es solo una opción más de crecimiento, sino que es algo que forma parte de nuestra forma de ser. Somos internacionales por naturaleza.
En este sentido, nuestro deber pasa por demostrar al resto de empresarios que la salida hacia nuevos mercados es siempre una gran oportunidad. Tras la crisis de 2008, la internacionalización fue la vía de escape para muchas empresas españolas que consiguieron sobrevivir. Las exportaciones crecieron significativamente esos años y parecía que por fin cogíamos ritmo ‘internacionalizador’. Por ejemplo, entre los años 2011 y 2017 el número de sociedades que regularmente comercian en el exterior pasó de 37.253 a 50.562. Un crecimiento nada desdeñable. Sin embargo, cuando la economía empezó a dar claros síntomas de mejora, la tendencia se frenó. Como si la internacionalización hubiera sido solo una herramienta para salir del bache.
Por desgracia, ahora estamos inmersos en una nueva crisis, y mucho más devastadora que la anterior. Un escenario en el que la salida hacia otros mercados volverá a representar un salvavidas para muchas de nuestras empresas. Pero, al margen de esta internacionalización por supervivencia, tenemos que pensar en el largo plazo y resaltar la gran oportunidad que esta vía puede suponer para cualquier empresa. Ahí es donde reside uno de los grandes retos que tiene España en esta materia. En conseguir generar una verdadera vocación internacional en el tejido empresarial español.
El pasado mes de junio tuve la oportunidad de participar en la 19ª edición IMEX-Madrid, Semana de la Internacionalización en la que se analizó el presente y futuro del desarrollo internacional empresarial español. Durante el encuentro pude compartir algunos datos como los aportados por el estudio realizado por Millward Brown, que destaca que el peso del negocio internacional en la facturación de las empresas con más trayectoria internacional ha aumentado un 40%. Las empresas que más están creciendo han implantado en mayor medida un cambio en el modelo de negocio apostando por la entrada de estos nuevos países en el juego empresarial.
Está claro que las empresas internacionalizadas sirven como empuje y modelo a seguir para las nuevas empresas que surgen y ven esa necesidad de salir al mundo para captar nuevos clientes. Sirven como modelo ofreciendo los medios y los ejemplos que tienen que seguir esas empresas que aún no se han lanzado a la internacionalización.
¿Y hacia dónde expandirse? A pesar de que existen innumerables opciones, creo que hay dos que destacan por su especial relevancia y potencialidad. Por un lado, tenemos que mirar hacia el lejano oriente: por su forma de lidiar con la pandemia, entre otros factores, China va a liderar claramente el crecimiento económico a nivel mundial. Y esto va a favorecer también el desarrollo de todos los países de la región, que actuarán como economías soporte del gigante asiático. Un mercado de más de mil millones de consumidores a los que ofrecer nuestros productos o servicios, que además se ha convertido en una de las regiones más pujantes y dinámicas en todos los sectores.
Y por el otro lado, toda el área de influencia iberoamericana. Gracias al idioma, y a los lazos históricos, sociales y culturales que nos unen, contamos con una gran ventaja competitiva para detectar y aprovechar oportunidades de negocio en estos países. Por eso desde CEAJE estamos trabajando para estrechar lazos con la región, apostando por la generación de sinergias y liderando proyectos en la federación iberoamericana de jóvenes empresarios. Porque somos conscientes del enorme potencial de la región para los empresarios españoles.
No olvidemos que, además, en España tenemos la suerte de que nuestra oferta de productos y negocios despierta un gran interés para unos sectores u otros en casi todos los mercados, así que esa es otra ventaja que debemos explotar.
En definitiva, considero firmemente que nos encontramos en un escenario favorable para salir hacia otros mercados, y que todas las empresas, grandes, medianas y pequeñas pueden encontrar grandes oportunidades en su internacionalización potenciando la marca España.