La vivienda, el gran problema social en Baleares: "Para un piso piden unos 1.200 euros, es un desmadre"
La saturación turística y la voracidad de muchos propietarios hacen inviable acceder a un alquiler: de ahí la iniciativa del Padre Jaume de convertir su parroquia en habitaciones
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Ser trabajador pero no ganar lo suficiente como para ni siquiera poder mantener un techo. ¿Qué frustrante, verdad? Es una realidad que cada vez se da más en España, sobre todo si vives en grandes capitales como Madrid o Barcelona, o en ciudades de saturación turística como Mallorca.
En 2022, el mercado laboral español rompió por primera vez en su historia la barrera de los 20 millones de afiliados a la seguridad social, pero eso no se ha traducido en empleos estables: la temporalidad, la precariedad, los contratos exprés de unas horas o el estancamiento salarial mientras la inflación se ha desbocado, hace que millones de familias no puedan cubrir sus necesidades básicas, entre ellas pagar la hipoteca o el alquiler.
No es de extrañar que el problema de la vivienda escale puestos en la preocupación de los españoles. En comunidades como Baleares es el gran problema social. Ni siquiera tener un trabajo garantiza poder asumir el pago del alquiler. Es lo que le ocurrió a Olga: “Antes estaba de alquiler pero se encareció todo, poco trabajo, me traje a mi niña de nueve años de Colombia y la situación se tornó más difícil. Los pisos están por los aires. Miramos habitación y por pareja eran 500 euros y no admitían a la niña”.
Un problema que en Baleares no entiende de edades. Que se lo digan a Gabriel de 81 años. La pensión tras una vida como autónomo no le llega para mantener un techo. Por eso, reclama a la clase política “que no se tiren los trastos a la cabeza” y se centren en trabajar por los ciudadanos, “como dice la Constitución, por una vivienda digna”.
Reconvertir una parroquia en habitaciones para quienes no pueden pagarse un techo
Tanto Olga como Gabriel encontraron refugio en el Proyecto 'Sojorn' que impulsa el sacerdote Jaume Alemany, párroco de la iglesia Virgen de Montserrat en el barrio mallorquín del Rafal. Hace dos años, habilitó habitaciones en el interior de su parroquia para dar un techo a personas de la calle o se han quedado en la calle con su familia por no poder un alquiler. Hoy acoge a 32 personas.
“Hay poca oferta, aquí hay mucha vivienda vacacional, los propietarios prefieren alquilar habitaciones más que un piso. Hay familias con dos o tres hijos que les resulta casi imposible porque no hay habitaciones para tres o cuatro. Y para un piso piden 1.100-1.200 euros, que no pueden pagar”, ha lamentado el sacerdote.
Escasez de VPO y voracidad económica de los propietarios
Otro de los problemas es que las Viviendas de Protección oficial escasean en Baleares. La administración lo sabe, pero no tanto la solución pese a las promesas: “Prometen que si salen arreglarán el problema pero no dicen cómo. Hacen lo que pueden con las circunstancias actuales, hay buena disposición pero es complicado el asunto. No hay suelo edificable, hay multinacionales que están detrás de los alquileres y para un gobierno no es fácil meterse en la propiedad privada. La solución es compleja”, ha explicado Alemany.
Muchos propietarios prefieren a turistas antes que familias para elevar el precio de las habitaciones. A ello se suma que no admiten niños. A Olga le echaron atrás por tener una hija pequeña: “No se humanizan. Me sentí mal me dijeron que la casa no era para niños y directamente me colgó”, cuenta indignada.
Un desmadre preocupante al que de momento no se logra poner coto, como apunta el párroco de Virgen de Montserrat: “Para personas solas la solución es alquilar habitaciones de forma precaria porque muchos no tienen contratos y dependen del humor del casero que les acepta y pone las condiciones abusivas, como usar tantos días las duchas, la cocina... Hay un desmadre preocupante”, ha puntualizado.
La falta de empatía de determinados caseros priorizando su beneficio personal, impidió a Diane acceder a las ayudas al alquiler, ya que el propietario no registró que estaba alquilando su apartamento para no declarar. A Diane le ocurrió: “Nunca tuve ayudas de alquiler porque dependía del propietario porque lo alquilaba en negro”, ha aseverado.
Peor lo tiene Kristina, albanesa sin papeles en Palma de Mallorca. La administración no regula su situación. Los caseros no quieren alquilarle una habitación sin garantías. Si no es por el Padre Jaume, estaría en la calle: “Estamos esperando. Hemos pedido las ayudas y todavía sin respuesta por cuestión de tiempo, la residencia. Es un poco complicado. Menos mal que estamos acogidos aquí en la casa para no estar en la calle”.
"Aportan lo que pueden"
Mientras se encuentran acogidos en el proyecto no tienen que pagar por alojamiento, lo que les permite ahorrar para en un futuro poder pafrontar una fianza de alquiler. En cualquier caso, cada uno hace su aportación si pueden para sufragar los gastos que generan las habitaciones de la parroquia como las facturas de luz o de calefacción.
“Aportan lo que buenamente pueden. No hay nada gratis, hay agua, luz, comer cada día, y hay que aportar algo. Si tiene trabajo aporta el 20% o lo que puedan. Quien no puede aportar nada no lo hace”.
La mayoría de las personas a las que acoge el sacerdote son latinos y de la Europa del Este, pero también los hay españoles. Muchos llegan a Mallorca a trabajar. Quizás encuentran trabajo, pero se dan cuenta que el sueldo no les llega para hacer frente al alquiler y, sin saber muy bien cómo, se quedan en la calle sin respuesta administrativa.