Ancianos reciben comida en su casa por no tener que salir: "Hay que seguir encerrados y vivos"

Miles de ancianos, recluidos en sus casas, reciben el catering de los ayuntamientos para evitar el contagio

Susana Moneo

Publicado el - Actualizado

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Son los más vulnerables. A sus dificultades físicas y los problemas para ocuparse de sí mismos se suma el aislamiento. Encarna tiene 85 años y es dependientetiene parkinson, ha perdido mucha movilidad y necesita ayuda para su vida diaria. Su cuidadora ha preferido quedarse con ella. Es también de alto riesgo, vive lejos y tiene miedo a infectarse en el transporte público.

Hace ya 20 dias su doctora la llamó para que no salieran de casa. Entonces, su hija, que no vive en Madrid, les hizo una gran compra y se la dejó en la puerta. “No pasó de ahí porque no tiene más remedio que seguir trabajando y puede ser un foco de transmisión”. No solo llenaron el congelador, mucho producto de limpieza, papel higiénico, cómo no, y más lejía. Una semana después, llamaron de los servicios sociales. "Me dijeron que iban a traerme comida para una persona para cinco dias a la semana", ha contado a COPE El viernes pasado la recibió por primera vez. "Vino un joven “con eso que se pone en la cara” (a veces no le salen las palabras por el parkinson), y me dejó una caja con cinco raciones de comida y cena para una persona. Hay de todo: verduras, pescado, carne y varias piezas de fruta. Está muy bien cocinado”. Es una gran ayuda porque sólo hemos tenido que salir para ir a la farmacia a recoger las medicinas. Conociendo sus dificultades la habían incluido en la lista en el centro de ocio al que una vez a la semana acudía a una clase de Historia y en el que a veces comía por poco más de 5 euros.

Circuito diario por el pasillo

A Encarna le encanta salir. Lo hacía todos los dias. Se daban un paseito por el barrio y se sentaban en un banco. Ahora el pasillo de su casa es su pista de entrenamiento. "No me puedo quedar parada porque si no me muevo corro el peligro de quedarme en una silla de ruedas y no quiero dar más guerra”, dice. Así que cada día despues de desayunar y de pasar por la ducha  “ando un poco por el pasillo, luego me siento, porque me canso mucho y me duele la espalda, leo un poco y veo la tele. Como todo lo hago muy lentamente enseguida llega la hora de la comida. Después de comer duermo un poco en el sillón y de nuevo ando por el pasillo”  La terraza es su patio de recreo. Además de salir todos los dias a las 8 a aplaudir  “a los que nos están ayudando tanto jugándose la vida” cuando da el sol, salen a jugar al parchis.

“Ya recuperaremos la cabeza”

Desde allí ve una plazoleta que nunca acaba de estar desierta. Encarna se enfada, sigue viendo a vecinos que salen a dar una vuelta “ponen en peligro a todos”. A ella también le gustaría bajar a la calle pero no lo hace “claro que estoy harta de estar encerrada”, unos días está más contenta y otros está peor, nota que su memoria, su capacidad de hablar, su movilidad se resiente “pero no queda otro remedio, hay que hacerlo y hay que hacerlo por este virus que nos ha venido y tenemos que evitar que siga contagiándonos”.

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