TRIPLE CRIMEN ALCÀSSER

25 años del hallazgo de los cuerpos de las niñas de Alcàsser: el crimen que lo cambió todo

¿Cómo se vivieron los momentos fatídicos de uno de los sucesos más mediáticos de España?

Dos apicultores encontraron, tal día como hoy, los cuerpos de las tres niñas de Alcàsser

Juan Andrés Rubert

Publicado el - Actualizado

9 min lectura

Tres adolescentes de la localidad valenciana de Alcàsser salen un viernes cualquiera por la noche para pasar un buen rato. Toca fiesta del instituto, y todos los amigos se apuntan al plan. Uno de los padres de las niñas iba a llevarlas a la discoteca Coolor, situada en el municipio vecino de Picassent. Pero un proceso gripal le deja fuera de juego, y decide quedarse en casa para descansar. Las tres chicas acuerdan ir por su propio pie a Coolor, y tal vez haciendo 'auto-stop', alguien las llevaría, con un poco de suerte, hasta el lugar. Paran en una gasolinera cercana. Minutos más tarde, se detiene un Opel Corsa blanco, con dos personas a bordo. Se ofrecen a llevarlas, y ellas aceptan. Miriam, Toñi y Desirée suben al vehículo, y llegan hasta la discoteca, donde ya hay barullo juvenil. Sin embargo, el coche pasa de largo. Las niñas comienzan a inquietarse al ver que los dos individuos no tienen ninguna intención de parar y dejarlas en Coolor. Empiezan a desviarse por caminos rurales, en plena noche cerrada. De la inquietud pasan a los gritos de auxilio y socorro. El vehículo se detiene en el inhóspito paraje de La Romana, en el término municipal de Tous. Esa misma noche, quizá días más tarde, fueron torturadas, violadas y asesinadas.

Ha pasado ya un cuarto de siglo y todavía sigue siendo un tema candente, que suscita aún conmoción y debate. El repaso del relato de aquellos días continúa produciendo escalofríos. Una localidad de 9.000 habitantes quedó marcada para siempre por la tragedia. El secuestro de estas tres niñas –Miriam, Toñi y Desirée– el 13 de noviembre de 1992 mantuvo en vilo a todo un país. Dos meses y medio después, se descubrieron los cuerpos.

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Mucho se ha escrito, hablado y televisado sobre este crimen, tal vez demasiado. Un suceso grabado en la retina de todos los españoles que vivieron aquellos ya lejanos años de 1992 y 1993, que fue emitido en televisión casi minuto a minuto. El 'Caso Alcàsser' marcó un antes y un después, en todos los aspectos. 25 años más tarde, ¿qué ha quedado de todo aquello?

27 de enero de 1993. El desenlace fatal

Habían pasado ya 75 días desde la desaparición de las tres niñas. La búsqueda policial y social era prácticamente incesante, las 24 horas del día, siete días a la semana. No había descanso. Se repartieron carteles con fotos de ellas por toda España y parte de Europa. El propio Felipe González, por aquel entonces presidente del Gobierno, recibió a las familias en La Moncloa durante las navidades de 1992.

Al año siguiente, durante la mañana del 27 de enero de 1993, dos apicultores, José Sala y Gabriel Aquino, van a visitar sus colmenas. Se situaban en el paraje de ‘La Romana’, junto a un par de casetas semiderruidas. Esperan un poco a que pegue con más fuerza el sol para abrir los panales. Mientras, José se fuma un pitillo y Gabriel se marcha a dar una vuelta por los alrededores. A este último le llama la atención un montón de arbustos secos cortados que se esparcen sobre la tierra, como si escondieran algo. Extrañado, llama a su compañero. Apartan con una espátula los arbustos y descubren que allí el suelo es algo más profundo. De pronto, se dan cuenta de que emerge de la tierra una mano con un gran reloj plateado. Después de unos minutos, que parecen eternos, empiezan a atar cabos. Puede que ahí estén los cuerpos de Miriam, Toñi y Desirée. De inmediato, avisan a la Guardia Civil. Comienza la inspección del lugar y el posterior levantamiento de los cadáveres. La noticia se extiende rápidamente por toda la comarca, luego a Valencia y, después, en una o dos horas, ya lo sabía toda España

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En la Cadena COPE, la noticia del hallazgo fue confirmada esa misma noche por Fernando García, el padre de Miriam, al presentador deportivo José María García en su programa ‘Supergarcía en la Cadena COPE’. Fernando se encontraba en Londres para dar más cobertura a la búsqueda de las tres niñas.

Justo al día siguiente, el 28 de enero, se trasladan los restos al Instituto Anatómico Forense de Valencia para practicarles la autopsia. Se confirma científicamente que los cuerpos pertenecen a las niñas y que fueron torturadas y violadas antes de asesinarlas con una pistola. Cientos, por no decir miles, de curiosos y profesionales se agolpan a las puertas del recinto. Allí había una unidad móvil de la Cadena COPE, Miguel Ángel Sáinz; y un redactor de COPE Valencia, Luis Agudo, que contaron a la presentadora Encarna Sánchez en el programa ‘Directamente Encarna’ la última hora sobre el caso.

Un crimen televisado para toda España

El suceso fue muy seguido, lógicamente, por los medios de comunicación, que se volcaron en el caso de las niñas, en especial las televisiones. Era la época en la que las televisiones privadas abrían terreno después de décadas de monopolio público. Un país entero pegado a la pequeña pantalla. El impacto fue tal, que periodistas de toda España –también extranjeros– se presentaron en la pequeña localidad valenciana e hicieron del crimen un suceso de masas. Todo el pueblo congregado, familias incluidas, en los espacios que se emitían en directo desde Alcàsser. Se dio pie, en algunos casos, a través de esos soportes, a todo tipo de teorías y conspiraciones alrededor del crimen.

El seguimiento mediático del dolor de sus familias y la investigación forense y policial hizo que numerosos analistas llegaran a denominarlo como el inicio de la "telebasura". Fue el primer gran juicio paralelo en nuestro país, en el que se tomaba partido de forma deliberada a la hora de señalar culpables. La ministra de Asuntos Sociales del Gobierno del PSOE en aquellos años, Cristina Alberdi, comentó la falta de rigor a la hora de tratar un suceso de tal magnitud.

Grandes estrellas de la comunicación, celebridades, expertos y opinadores todoterreno se agolpaban en los platós de televisión para comentar todo tipo de detalles del suceso, incluso invitando a las familias a compartir el dolor con todos los españoles. La información de sucesos ya no se volvió a ver igual. Ni la forma de tratarlos, ni de vivirlos. El morbo se adueñó por completo del triple crimen, y no se reparó en el dolor de los familiares, ni en el respeto a las niñas asesinadas.

Un culpable oficial y otro desaparecido

De todo el rastreo del lugar que se hizo para encontrar pruebas, se consiguió juntar una serie de papeles rotos, que juntándolos resultaron ser un volante médico del hospital La Fe de Valencia. Del nombre, tan solo se descubrieron las letras ‘ANGL’. Tras una serie de investigaciones y pesquisas policiales, se averiguó que el volante médico era de un tal Enrique Anglés. Fueron detenidos varios sospechosos, entre ellos Miguel Ricart. Este era amigo de la familia de los Anglés, y se presentó en la localidad de Catarroja, donde vivía esta familia –con una bolsa de naranjas, como el que no quiere la cosa– mientras la Guardia Civil trataba de averiguar quiénes eran los asesinos de las niñas. Fue detenido de inmediato. En su primera declaración ante la Benemérita, admitió su participación en los crímenes, y Enrique Anglés fue puesto en libertad el 30 de enero. Un tercer sospechoso, Antonio Anglés -hermano de Enrique-, que se encontraba fugado de Picassent tras aprovechar un permiso penitenciario, se dio a la fuga. Este era el verdadero compinche de Ricart, de ahí que este se presentara en su casa. Su participación en los crímenes fue probada al descubrirse el volante médico y de que suplantaba a menudo la identidad de su hermano. Estaba en casa en el momento en el que la Guardia Civil llegó a su domicilio. Su familia lo encubrió el suficiente tiempo como para que se escapara por una ventana. Escapó sin problemas. A partir de ahí, se desplegó un operativo policial sin precedentes en la historia reciente de España. Anglés era la persona más buscada del país. Consiguió burlar, uno a uno, todos los cercos policiales, que van de una punta a otra de la Península ibérica. 

Desde entonces, se desconoce su paradero. Como si se lo hubiera tragado la tierra. Aunque se especuló con que podía haber muerto ahogado en aguas de la costa de Irlanda, su búsqueda ha continuado, sin éxito, por distintos países de Latinoamérica y Europa. La Interpol todavía mantiene su perfil delictivo en su página web como uno de los delincuentes más buscados del mundo. Ni vivo, ni muerto.

Cuatro años más tarde, el 12 de mayo de 1997, comenzó el juicio contra el único encausado, Miguel Ricart. Tras 49 vistas y la comparecencia de un centenar de testigos, fue condenado el 5 de septiembre a 170 años de prisión como autor de tres delitos de asesinato y cuatro continuados de violación en concurso con tres delitos de rapto.

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El tribunal consideró que, aunque Antonio Anglés fue el autor material de los crímenes, Ricart estuvo presente y no hizo nada por evitarlos. Además, se le encontró culpable de cuatro delitos de violación, por atacar sexualmente a una de las niñas y sujetar a las víctimas mientras otra persona –supuestamente Anglés– las forzaba. 

Pero el 21 de octubre de 2013la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos anuló la retroactividad de la doctrina Parot y ello activó la salida de prisión en España de presos etarras, asesinos y violadores, Ricart entre ellos. Tan solo estuvo 21 años entre rejas. Tampoco se sabe nada de él a día de hoy.

Alcàsser, 25 años después

Puede parecer que han pasado largos años, pero el triple asesinato aún sigue presente. Jamás había ocurrido algo así en la historia de nuestro país, o al menos, tan traumático como este. Los vecinos admiten que no se van a quitar nunca el cartel de “el pueblo donde pasó lo de las niñas”. Si uno pasea por la plaza del Castell, aún se puede imaginar a las miles y miles de personas que se agolparon frente a la iglesia de San Martín Obispo durante el funeral. La asistencia casi cuadruplicaba el tamaño de población de Alcàsser.

El dolor aún es palpable en su centro neurálgico. Todos, prácticamente, se conocían. Las familias eran del municipio de toda la vida. Al principio, la gente quería hablar en los medios, expresar su frustración, su malestar y sus ganas de que se hiciera justicia. Algunos llegaron a pedir la muerte pública de los responsables del crimen. Se contó tanto del suceso y de forma tan escabrosa y explícita, que dejó una herida aún más profunda. Ahora, visto con perspectiva, ya nadie quiere saber nada. Son conscientes de que se hizo mucho daño. El silencio se ha adueñado de esta localidad valenciana a modo de protección.

¿Se sabe toda la verdad? Ni la propia sentencia judicial es clara. El documento jurídico señala que Miguel Ricart "viajaba en compañía de otro varón identificado y que no se encuentra a disposición del Tribunal, y posiblemente de alguna otra persona más". Hubo tanto ruido alrededor, de echarse las culpas los unos a los otros, de implicar sin pruebas, de acusar a diestro y siniestro, de teorías sin fundamento, que vislumbrar la verdad se antoja como tarea complicada. 

Lo cierto es que hace 25 años que se enterraron los cuerpos de Miriam, Toñi y Desirée. Y un cuarto de siglo después, Alcàsser también quiere enterrar su dura memoria y descansar.

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