Castillo de Peñarroya, una Virgen milagrosa, tesoros y un palacio de cristal lleno de estrellas
Muy cerca de Argamasilla de Alba, en Ciudad Real, se levanta el Castillo de Peñarroya, una auténtica fortaleza con el Guadiana a sus pies y mucha historia e historias en su haber
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Pasear por su muralla y recorrer su interior, asomándonos al embalse de Peñarroya o del Castillo como le llaman los vecinos y detenernos en su ermita y en su santuario, resulta fascinante aunque, ahora la visita es libre y ya no nos acompaña la antigua santera que con tanto entusiasmo relataba la historia de la Virgen de Peñarroya.
Cuenta la leyenda que, a finales del siglo XII, cuando del capitán Alonso Pérez de Sanabria al frente de las tropas cristianas, recuperó el castillo que estaba en poder de los musulmanes, uno de los prisioneros árabes, cuando iba a ser ajusticiado, pidió que le perdonaran la vida a cambio de revelar lugar en el que habían emparedado una imagen de la Virgen. El prisionero salvó su vida porque, efectivamente, encontraron la imagen en el lugar que él les había señalado y que, milagrosamente, se había salvado de ser destruida por musulmanes. Los caballeros la rescataron y construyeron para ella una pequeña ermita llamada del Despeñadero, al borde mismo del precipicio que se abre a los pies del castillo y desde donde, al parecer, los musulmanes despeñaban a los cristianos que apresaban.
Aquella imagen original se perdió, pero hoy, la Virgen de Peñarroya tiene dos, una en la ermita del Despeñadero y otra en el santuario adosado al castillo y es, también, patrona por partida doble. Lo es de Argamasilla de Alba, en “cordial disputa” con los vecinos de La Solana, porque los solaneros, dándole una vuelta a la leyenda, aseguran que quien descubrió realmente la imagen de la Virgen fue uno de sus pastores cuando buscaba una oveja que se le había perdido. Al final, en una decisión salomónica, la imagen que se venera como Nuestra Señora de la Encarnación de Peñarroya, pasa cuatro meses en su santuario del castillo, cuatro en Argamasilla de Alba que, según la tradición, es el lugar en el que Cervantes escribió El Quijote y cuatro en La Solana, del que cuentan que en tiempos de los oretanos, pueblo ibero prerromano, se llamaba Cerro de los Dioses de Cristal, porque allí había un hermoso palacio de cristal que cuando recibía los rayos del sol y la luna parecía estar lleno de estrellas.
El castillo fortaleza de Peñarroya, que fue sede de los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, cuenta también con una misteriosa historia de tesoros escondidos y encantados.
Existe un escrito del mismísimo Felipe II, firmado en 1604, autorizando a un vecino de la zona llamado Juan Martínez Auñón, para que buscara, según dice textualmente, el “tesoro encantado” del que el vecino decía tener datos exactos para localizarlo. El rey le concedió 60 días para encontrarlo, pero vigilado por un inspector de la Corte y con la condición de que, si lo encontraba, Felipe II recibiría una quinta parte.
No hay referencias posteriores indicando si el tesoro fue encontrado o si todavía permanece en algún lugar no explorado de ese castillo, imponente y con un halo de misterio, en el corazón de La Mancha y a las puertas del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera.