Brihuega y las flores nacidas de las lágrimas de la reina de las hadas
Unas flores que ahora convierten a Brihuega, en Guadalajara, en lugar de culto, un punto de encuentro para los amantes de la naturaleza
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Hace mucho, mucho tiempo la reina de las hadas descubrió un lugar tan árido que se puso muy triste y dicen que de sus ojos de color violeta brotaron unas lágrimas que, a medida que tocaban el suelo, se convertían en minúsculas flores que llenaron aquel paisaje estéril en un hermoso campo repleto de color del que emanaba una deliciosa fragancia… Así cuenta la leyenda que nacieron las flores de lavanda, unas flores que ahora convierten a Brihuega, en Guadalajara, en lugar de culto, un punto de encuentro para los amantes de la naturaleza que pueden moverse libremente por aromáticos e interminables campos violetas.
Más allá de la leyenda, dicen los expertos que la lavanda es el perfume más antiguo del mundo, que en el antiguo Egipto era un placer casi exclusivo de los poderosos a los que acompañaba hasta más allá de la muerte utilizado en los embalsamamientos y quién sabe si también llegó a formar parte de los tratamientos cosméticos de la mismísima Cleopatra.
En Grecia se popularizó su uso como perfume, pero fueron los antiguos romanos quienes la bautizaron con el nombre de lavándula y quienes descubrieron que esa planta “nacida” de las lágrimas de un hada, además de perfumar lugares y cuerpos, tenía propiedades curativas por las que pasó a formar parte del avituallamiento de las legiones.
Este mismo lugar, mucho antes de que la lavanda, el espliego como también es conocido, lo convirtiera en el jardín de la Alcarria, fue testigo de memorables batallas que nos han dejado, además de retazos impagables de historia, otros de arte y de leyendas.
Bajo su Plaza del Coso, unas espectaculares cuevas usadas ahora como almacén de alimentos, nos hablan de míticos tesoros árabes escondidos y de vías de escape hacia secretas salidas en algún cerro al otro lado de la muralla.
Observándolo todo desde un promontorio, el Castillo de Piedra Bermeja, hoy cementerio y mucho antes fuente de historias. Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en que estaba habitado por un caballero y su hija. Uno de los guardianes, intentó seducir a la joven, pero al no conseguirlo, hundió una daga en su costado provocándole la muerte. Dicen que la piedra sobre la que se recostó la muchacha es la misma que hoy vemos a la entrada del castillo, una piedra bermeja que le da nombre y que, al parecer, su color se vuelve más intenso el 15 de agosto, cuando se celebra la festividad de la Virgen de la Peña, patrona de la ciudad y cuya imagen, atendiendo a la tradición, fue encontrada en una cueva cercana.
La Torre de San Juan, espectacular con sus 16 metros de altura, la Puerta de la Cadena, una de las que se conservan en la muralla y en la que una placa nos recuerda la cruenta batalla que tuvo lugar aquí durante la Guerra de Sucesión, la singular Real Fábrica de Paños que en su día fue como una pequeña ciudad dentro de la ciudad, iglesias, conventos, fuentes seculares y calles con casas blasonadas, nos hablan a cada paso de su época de esplendor histórico mientras, desde cada rincón, nos hace guiños el color violeta de todo tipo de productos, desde jabones a velas, pasando por licores, inciensos, caramelos y, naturalmente como corresponde al hecho de encontrarnos en el corazón de la Alcarria, exquisita miel elaborada con la planta que convierte Brihuega en todo un regalo para los sentidos, especialmente durante el mes de julio en el que todo gira, huele y tiene color de lavanda porque es en este mes cuando los campos lucen en todo su apogeo, justo antes de que agosto les robe la belleza y los vuelva grisáceos, listos para la recolección.