Casa de Lope de Vega, en el centro de las 'casa de malicia'

La habitación del Capitán Contreras, el huésped que se vio obligado a acoger cuando Felipe II se trasladó a Madrid, permanece inalterada

Casa de Lope de Vega, en el centro de las 'casa de malicia'

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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“Que mi jardín, más breve que cometa,

tiene solo dos árboles, diez flores,

dos parras, un naranjo, una mosqueta….”.

Así describe Lope de Vega el jardín de su casa que, curiosamente, se encuentra en el número 11 de la calle Cervantes, su gran enemigo, con el que se intercambiaba puyas frecuentemente. “No hay ningún escritor tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote”, escribía Lope y Cervantes le devolvía el puyazo acusándolo de “escribir boberías” y espetándole: “cuánta dama hermosa entra en casa de un cura”, aludiendo a la fama de mujeriego de Lope, que se había ordenado sacerdote casi a los 50 años, dejando tras de sí una larga estela de aventuras amorosas.

Casa de Lope de Vega, en el centro de las casa de malicia

Todo eso, en un ataque de odio por ambas partes, con un añadido de celos por parte de Cervantes porque Lope era la auténtica estrella literaria del momento hasta el punto de que, en las casas del barrio, ponían su imagen al lado de las imágenes religiosas. Entrar en esa casa en la que Lope de Vega vivió los últimos 25 años de su vida, es como dar un salto atrás en el tiempo y volver al momento en que él escribió, en ese mismo lugar, algunas de sus mejores obras como “El perro del hortelano”, “Fuenteovejuna” o “El caballero de Olmedo”.

Casa de Lope de Vega, en el centro de las casa de malicia

Cuentan que escribía desde el amanecer hasta que la noche robaba la claridad del día y que lo hacía en el mismo estudio que podemos visitar, que todavía ahora conserva sus muebles originales y en el que tenía tres enormes espejos, de los que solo se conserva uno, colocados estratégicamente para que reflejaran la luz y le permitieran ver mejor para escribir. Sorprende que su alcoba sea la más recóndita y sencilla de la casa. El comedor, el oratorio, la mayoría de las estancias permanecen como si el tiempo se hubiera detenido y Lope estuviera poniendo en boca de Tristán aquello de:

“¿Por qué piensas que no olvida luego un hombre a una mujer?

porque pensando en volver

Va entreteniendo la vida…”.

Incluso la habitación del Capitán Contreras, el huésped que se vio obligado a acoger cuando Felipe II se trasladó a Madrid, permanece inalterada. Ocurrió que como no había alojamientos suficientes para acoger a las 5.000 personas que formaban su corte, el rey, instauró la “regalía de aposento”, que no era otra cosa que la obligación de que quienes tenían casas con más de un piso, cedieran una parte y a Lope de Vega, a pesar de sus intentos por evitarlo, le tocó alojar al capitán Contreras.

Casa de Lope de Vega, en el centro de las casa de malicia

Como él, muchos madrileños no estaban dispuestos a ceder parte de sus viviendas, así que, igual que en la Fuenteovejuna imaginada por el escritor, los nuevos propietarios “todos a una”, empezaron a construir casas con los tejados muy inclinados o con las ventanas de diferentes tamaños y a distintas alturas, para que pareciera que tenían zonas no aptas para vivir. Esas casas, por lo que tenían de trampa, se llamaban “casas de malicia”. Pues, en este lugar en el que la imaginación y la genialidad marcaron época, Lope y Cervantes, Cervantes y Lope, los grandes enemigos, permanecen ahora unidos por la casa de uno, en la calle del otro y, ¿cómo no?, en el corazón del barrio de Las Letras, en Madrid.

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