Castillo de Monterrei, sus pasadizos secretos y la tumba de la malvada reina Loba
Muy cerca de Verín, en Orense, dominando todo un hermoso valle que corta el río Támega, encontramos la fortaleza
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Muy cerca de Verín, en Orense, dominando todo un hermoso valle que corta el río Támega, encontramos la fortaleza de Monterrei, una auténtica acrópolis con castillo, palacio, hospital de peregrinos, iglesia, casa rectoral y todo un antiguo pueblo dentro de su fortificación, un lugar que hasta hace unos pocos años estaba en estado de abandono y que ahora alberga, incluso, un Parador de Turismo.
Adentrarse entre sus muros es compartir experiencia no sólo con algunos de los nobles que lo habitaron, desde los Ulloa hasta los Zúñiga, pasando por los Duques de Alba sino también con Pedro I, Fernando el Católico y con el mismísimo Felipe el Hermoso, de los que cuenta la historia que recalaron en ese lugar.
De la importancia estratégica de esta fortaleza situada a escasos veinte kilómetros de Portugal, nos hablan sus tres rotundas murallas, sus torres y sus viejos cañones.
En su interior nos reciben la iglesia de Santa María de Gracia, el hospital de peregrinos y el Palacio de los Condes, pero si algo llama la atención, además del Palacio y su Torre de las Damas, es la Torre del Homenaje que se levanta, imponente con sus 22 metros de altura y una única entrada a más de diez metros del suelo. Desde su cima, tenemos una extraordinaria panorámica sobre la acrópolis, sobre todo el valle y sobre los viñedos que hoy cultiva, entre otros, el modisto Roberto Verino y de los que cuentan que salieron las primeras cepas que se llevaron el vino al Nuevo Mundo. Este castillo, cuyos señores apadrinaron diferentes expediciones al otro lado del océano, es el que dio nombre a la ciudad mexicana de Monterrey y a algunos otros lugares allende el mar.
Un castillo como este del que se dice que estaba unido por secretos pasadizos con otras dos fortalezas defensivas cercanas, está rodeado de leyendas y asomándonos a sus almenas, con el roquedal a nuestros pies, es fácil imaginar a la reina Loba, apurando los últimos instantes de su vida antes de arrojarse al vacío.
Cuenta la leyenda que hace muchos años, vivía aquí una mujer tan poderosa y a la vez cruel y perversa que se la conocía como reina Loba. Esa reina exigía que las gentes de los alrededores le entregaran, cada día, una vaca, un cerdo y un carro repleto de hortalizas y frutas. Acostumbraba a sembrar el terror por donde pasaba y si no cumplían con los tributos exigidos, ella y sus secuaces, no dudaban en quemar aldeas y asesinar a familias enteras.
Ocurrió que un año las cosechas fueron tan escasas que apenas alcanzaban para alimentar a los lugareños y por eso, ante la tesitura de dar de comer a sus hijos o seguir sucumbiendo a los caprichos de aquella mujer despiadada, decidieron asaltar el castillo. Los secuaces de la reina, acostumbrados campar a sus anchas y a la actitud servil y sumisa de aquellos vecinos, no contaban con ese ataque y fueron derrotados. Finalmente, la “reina Loba”, decidió subir a lo más alto de la torre y arrojarse al vacío antes que dejarse apresar.
Cuenta la tradición popular que cuando la niebla envuelve el castillo al amanecer, se puede ver la silueta fantasmagórica de una loba, animal en el que se habría convertido la malvada reina, y que estaría condenada a precipitarse eternamente contra las rocas.