La fascinación de caminar casi tres kilómetros sobre el mar
Es como recorrer 24 campos de fútbol como el Bernabéu o el Camp Nou, puestos uno detrás de otro, pero por una pasarela sobre el agua
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Adentrarse caminando casi tres kilómetros en el Atlántico produce una extraña sensación de vulnerabilidad ante la grandiosa magnitud del océano y algo así se puede hacer en el Dique Juan Carlos I en Huelva. Es como recorrer 24 campos de fútbol como el Bernabéu o el Camp Nou, puestos uno detrás de otro, pero por una pasarela sobre el agua.
Impresiona el hecho de caminar por ese dique larguísimo con el océano, imponente, rompiendo a ambos lados y llegar al faro final donde sólo nos aguarda la inmensidad del mar.
Hasta llegar a él, en plenas Marismas del Odiel, circularemos entre humedales en los que viven y anidan bellísimas especies que casi podemos acariciar con las manos y que se dejan fotografiar como si fueran estrellas de cine.
En el recorrido, resulta fascinante ver como el agua serpentea entre arenales, como ha formado islas, playas, salinas… y lo más importante, saber que ese lugar guarda los secretos y las historias de la historia que ha visto transcurrir y de la que forma parte.
islas más grandes, Bacuta, Enmedio y Saltés, la de Saltés es el principal testigo de que ahí, a pesar de que el terreno queda frecuentemente inundado, hubo asentamientos humanos desde hace muchos siglos.
Escritos muy antiguos hablan de que esa isla llegó a estar tan superpoblada que “no había espacio libre entre las casas”. Hoy, los restos descubiertos y que no se pueden visitar, dan fe de aquellos ancestrales núcleos de población.
Parece increíble que un lugar como ese, tan aparentemente inestable y frágil, haya sido testigo incluso de grandes batallas.
Cuenta la historia que, en julio de 1381, el rey de Portugal decidió lanzarse a la aventura de reclamar la Corona de Castilla y, para ello, se armó con una flota de 23 galeras y más de 2.000 hombres. A la altura del Algarve, le salieron al paso 17 galeras castellanas al mando de Fernando Álvarez de Tovar que cuando se vio en minoría frente a los portugueses se replegó hacia Huelva, pero el repliegue duró poco porque al ver que los portugueses, crecidos con el retroceso, asesinaban a los pescadores españoles que encontraron a su paso y les destrozaban las barcas, las naves españolas volvieron a la carga y hundieron todas las portuguesas excepto una que se había retrasado y al ver el panorama, puso pues en polvorosa. Acababa de tener lugar la Batalla de la Isla Saltés que acabó con las ínfulas invasoras de Fernando I de Portugal.
Todo eso nos viene a la cabeza mientras visitamos el espacio natural de las Marismas del Odiel y recorremos la carretera hasta llegar al punto en el que nos esperan casi tres kilómetros de impactante encuentro, codo con codo, con el Atlántico, enorme, grandioso, infinito…, fascinante.