La Gomera, entre historias de amor, brujas y una maldición
La Torre del Conde de Peraza, imponente, alzándose hoy solitaria en mitad de un parque, era la residencia de Beatriz y seguramente el punto de encuentro de la pareja
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Llegar a La Gomera por mar, resulta fascinante. A medida que la isla se acerca en el horizonte, inevitablemente imaginamos a Colón aproximándose también en su carabela para avituallarse de agua y víveres en San Sebastián de la Gomera, camino del Nuevo Mundo y para visitar a Beatriz de Bobadilla, gobernadora de la isla, viuda desde hacía cuatro años y de la que, cuentan que el Almirante estaba perdidamente enamorado desde que ambos habían coincidido en la Corte de Isabel la Católica. Según algunos historiadores, sería Beatriz la principal causa de que Colón visitara la isla en tres ocasiones y la culpable de que retrasara su partida desde allí hacia el Nuevo Mundo.
La Torre del Conde de Peraza, imponente, alzándose hoy solitaria en mitad de un parque, era la residencia de Beatriz y seguramente el punto de encuentro de la pareja.
En la Calle Real, por la que pasear es un auténtico placer, además de una Casa de Colón construida sobre la original, existe un lugar singular, la Casa de Aduanas en cuyo patio está el pozo del que habría cogido agua para “bautizar el Nuevo Mundo”. De hecho, en él, un cartel nos informa de que “Con esta agua se bautizó América”.
Un poco más allá, la Iglesia de la Asunción, en la que Colón se arrodilló por última vez antes de continuar un viaje que cambiaría el curso de la historia y en la que, en uno de los pedestales interiores, se puede leer una extraña maldición: “Hora mala. Malditos josicos de diablos revienta perros malditos por toda la eternidad de Dios. Amén” (sic).
Pero La Gomera es más que el recuerdo de Colón y su paso por ella. Es una isla espectacular que, aunque hace dos millones de años que no sufre una erupción volcánica, nos regala restos como “Los Órganillos” o los Roques de Agando y de Pedro y Petra, originados cuando sus entrañas vertían lava o el bosque de las brujas, un lugar inquietante donde se aprecia un círculo absolutamente estéril en medio del verdor de un bosque. Cuenta la leyenda que ahí, en las 12 piedras que forman un círculo perfecto con otra en el centro justo, se reunían las brujas para realizar sacrificios y que cualquiera que las viera durante alguno de sus rituales, estaba condenado a morir.
A lo largo de toda la visita a la isla y al margen de las exhibiciones para los turistas, es frecuente escuchar el silbo gomero que se puede oír a mucha distancia y que constituye una forma absolutamente singular de los gomeros de comunicarse. Así, con esos silbos, seguramente surgió y se fue expandiendo la leyenda más romántica y trágica de la isla, la de Garajonay. Dice esa leyenda que Gara princesa de La Gomera, se enamoró de Jonay un príncipe de Tenerife. Como sus familias se negaron a que se casaran, huyeron juntos hasta llegar a la parte más alta de la isla donde, al verse rodeados por sus familiares que querían separarlos, ellos cogieron una estaca afilada, la pusieron entre ambos y se abrazaron fuertemente, quedando sus cuerpos unidos para toda la eternidad. Así nació y así pervive, según la leyenda, Garajonay, todo un símbolo de La Gomera y Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Esa tierra, la de esta isla llena de belleza, historia y leyendas, es la última tierra española que vieron Colón y sus marineros cuando, el 6 de septiembre de 1492, se hicieron a la mar desde lo que entonces se conocía como Villa de Las Palmas y hoy es San Sebastián de la Gomera.