La Graciosa y sus secretos, de la isla perdida, al tesoro escondido y la inquietante fuente de la risa

Verla desde el lanzaroteño Mirador del Río, es un reclamo, una tentación imposible de evitar para quienes amamos los lugares impactantes

La Graciosa y sus secretos, de la isla perdida, al tesoro escondido y la inquietante fuente de la risa

Ana L. Quiroga

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Desde hace muchos siglos, muy diferentes y acreditadas personas han defendido la idea de que en las Canarias existe una isla más, una isla misteriosa que aparece y desaparece, que en algunas cartas marítimas del siglo XVI llaman de San Brandán y que los canarios llaman de San Borondón. El diario ABC, incluso publicó a mitad del siglo pasado una foto en la que, presuntamente y muy difuminada como si de un efecto óptico se tratara, aparecía esa legendaria isla perdida.

La que sí existe es la octava isla canaria, La Graciosa, a sólo 20 minutos de navegación de Lanzarote.

Verla desde el lanzaroteño Mirador del Río, es un reclamo, una tentación imposible de evitar para quienes amamos los lugares impactantes y, en este caso, también una aventura si la mar está brava.

La Graciosa y sus secretos, de la isla perdida, al tesoro escondido y la inquietante fuente de la risa

Aproximarse a la Caleta de Sebo, la capital de La Graciosa, resulta sorprendente, de manera especial cuando en los secaderos aledaños al embarcadero, hay miles de peces secándose al sol colgados con pinzas o tendidos bajo redes, no en vano estamos en el corazón de la mayor reserva marina de Europa.

Después de desembarcar, es una delicia caminar entre sus casas blancas por sus calles de arena porque no hay asfalto en ningún lugar de la isla. Para recorrerla hay pocas opciones, a pie, en bicicleta o, con suerte, en algún vehículo todo terreno de los que utilizan para mantenimiento y vigilancia de ese paraje protegido y paradisíaco.

La Graciosa y sus secretos, de la isla perdida, al tesoro escondido y la inquietante fuente de la risa

No podían faltar los volcanes, volcanes que apenas levantan un centenar de metros del suelo, como el de la Montaña Amarilla, en cuya cumbre, cuenta la leyenda que hubo hace mucho tiempo, un jardín exuberante regado por una fuente encantada, la “fuente de la risa”, de la que dicen que quién bebía de sus aguas sufría tal ataque de hilaridad que terminaba muriendo, literalmente, de risa. Aquel lugar estaba habitado por Amida, una hechicera, que se enamoró perdidamente de un caballero cruzado al que secuestró y recluyó en su singular edén que custodiaban un temible dragón y un fiero león.

Las playas merecen una mención aparte, playas como la de Las Conchas con la isla Montaña Clara casi al alcance de la mano y un mar peligrosísimo por sus corrientes y de aguas heladas, pero de colores tan hermosos que parecen imposibles, son un regalo para la vista, pero lo que más sobrecoge es la tranquilidad que se respira en cualquier punto de esta isla mágica.

La Graciosa y sus secretos, de la isla perdida, al tesoro escondido y la inquietante fuente de la risa

Es en esa Playa de las Conchas, en otros tiempos lugar de recalada de piratas, donde cuentan que hay un tesoro escondido, el tesoro que transportaba un barco inglés que logró escapar de los corsarios que lo perseguían y cuya tripulación habría ocultado el oro en los alrededores. Nunca nadie lo encontró, pero su posible presencia estimula la imaginación mientras se disfruta de la belleza del entorno.

En toda la isla, además de la Caleta de Sebo, solo existe otra pequeña zona poblada llamada Pedro Barba. La tradición popular asegura que recibió su nombre de un aventurero llamado así que se instaló en la zona, aunque la realidad es que Pedro Barba fue un marino sevillano que, hace siglos, después de comprar los debidos derechos monárquicos, se convirtió en el tercer Rey de Canarias.

Leyendas al margen, La Graciosa, la octava isla canaria por derecho propio, es un lugar singularmente hermoso en el que el tiempo parece detenerse y en el que la vida transcurre a otro ritmo.

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