Grajal de Campos, el pequeño pueblo con castillo, palacio, monasterio y un enorme “huevo de rey”

Con sus poco más de 200 habitantes, aparece coronado por un espectacular castillo y cuenta con un palacio renacentista, un monasterio o un hospital de peregrinos

Grajal de Campos, el pequeño pueblo con castillo, palacio, monasterio y un enorme “huevo de rey”

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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Cuenta la leyenda que los hermanos Cayo y Tiberio Sempronio Graco, a su paso por Hispania, descubrieron un lugar especialmente fértil en el que la vid y, sobre todo el trigo, cubrían los campos. Los Sempronios, que defendían leyes agrarias tan pioneras que al final les costaron ser asesinados por sus detractores, maravillados por aquel fértil paraíso, decidieron construir una fortaleza allí donde ya antiguas tribus celtíberas habían tenido asentamientos.

Pero viendo que, en aquel vergel, se desataban terribles tormentas que doblaban el frágil tallo del trigo y agujereaban las uvas, pidieron ayuda a los dioses para evitar que eso ocurriera y que el hambre se abriera paso entre sus soldados y los habitantes de la zona. Los dioses, conmovidos, les concedieron el don de que sus capas, se alargaran indefinidamente para proteger las cosechas de las destructoras tormentas y, desde entonces, aquellos campos se convirtieron en un auténtico granero contra el hambre.

Más tarde, cuando los Césares eran ya los señores del imperio romano, en su mesa no podían faltar unos hongos tan exclusivos que se les llamó Amanita de los Césares. Cuenta Vicente M. Encinas en su libro “Leyendas de Turrusalba”, que, en los alrededores del lugar fundado por los Sempronio Graco, descubrieron una de esas amanitas, pero de tamaño gigantesco y con un color dorado tan perfecto, que reflejaba los rayos de sol como si fuera de oro. Rodeada de cuidados, la llevaron a Roma, para ofrecérsela al César y, cuenta Encinas, cuando el cocinero le dio el primer corte, de su tallo empezaron a brotar perlas y diamantes. Aquel hongo legendario, amanita caesarea, presente sólo en la mesa de los césares, sigue siendo hoy un exquisito manjar que también se conoce como “huevo de rey”, por su exquisitez, por su forma, su color dorado y también por sus precios prohibitivos que pueden llegar a los 200 euros.

Ese lugar, a caballo entre la historia y la leyenda, es Grajal de Campos (León), que con sus poco más de 200 habitantes, aparece coronado por un espectacular castillo y cuenta con un palacio renacentista, un monasterio, un hospital de peregrinos, una ermita de la Virgen de la Puerta y una iglesia con una curiosa torre cuadrada de cinco esquinas.

El castillo, mandado construir por Hernando Vega, Condestable Mayor de Castilla, consejero de Fernando el Católico y terminado por su hijo Juan, consejero a su vez del emperador Carlos I, nos recibe imponente, con unas troneras que lo convierten en el primer castillo artillero de España, aunque sólo conserva una bombarda que, curiosamente, apunta directamente al pueblo y dicen que era como método disuasorio ante posibles revueltas de los vecinos. A pesar de que ya no queda nada de lo que debió ser el foso protector exterior, al interior de esa impresionante fortaleza, sólo se puede acceder por una pequeña puerta lateral que hay que cruzar agachados y convierte el castillo en una fortaleza prácticamente inexpugnable. En lo que debió ser su patio de armas, bajo la montaña de tierra que actualmente lo cubre, debió haber algún día edificaciones para albergar a los soldados y polvorines en los que mantener la pólvora de los cañones seca y en buenas condiciones. Si esas paredes desnudas hablaran, nos contarían historias de cruentas luchas entre reyes, tan terribles que terminaron arrancándole los ojos a sus propios hermanos y, después, presos de un insufrible sentido de culpa, recorriendo monasterios para purgarla.

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El palacio renacentista, es una joya, hoy vacía, que, según el testamento de la viuda del consejero del rey católico, contó en su día con importantes tapices y obras de arte. En sus sótanos, unos dicen que dónde estaban las mazmorras y otros que en el lugar de las despensas, se encuentra hoy un albergue de peregrinos. En la planta alta, las paredes desnudas y la logia abierta a la plaza del pueblo, guardan secretos de condestables y nobles que, desde la balconada de una de sus salas, podían seguir la misa de la Iglesia de San Miguel sin tener que salir de palacio.

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Esa iglesia de San Miguel, tiene la particularidad de contar con una torre cuadrada con cinco esquinas. Dicen que ese recorte que la convierte en una singularidad, se debe a un problema de espacio porque si la hubieran construido con cuatro esquinas, no habría permitido el paso de carruajes por la calle aledaña, algo que los vecinos resumen diciendo que “la Iglesia tiene cinco esquinas porque no pudo tener cuatro”.

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La ermita de la Virgen de las Puertas, patrona de Grajal de Campos, es una pequeña y curiosa ermita alojada en un torreón que formó parte de la muralla y en la que, en una hornacina que mira al exterior, sorprende una imagen que, según cuentan, corresponde a Hércules, entroncando así con la tradición romana que utilizaba imágenes similares como símbolo de protección.

Un poco alejados del centro, el hospital de peregrinos y el monasterio, de propiedad privada, del que sólo se puede visitar la iglesia en contadas ocasiones.

Todo un espectáculo de belleza y arte perdido entre campos de trigo y en un pueblo de apenas 200 habitantes.

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