Las Descalzas Reales y su “divina guardería” que solo se puede ver en Navidad
Conoce la curiosa razón por la que este convento se conoce por este nombre
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En el corazón mismo de Madrid, a un paso del Palacio Real, de la Puerta del Sol y de la Plaza Mayor, está el Convento de las Descalzas Reales, una verdadera joya considerada por muchos como El Escorial femenino, no por su aspecto, que es muy sobrio, sino porque mientras Felipe II mandó construir El Escorial con todo lujo de detalles, su hermana Juana de Austria, quiso convertir el palacio en el que había nacido y en el que terminó siendo enterrada, en un convento singular y lleno de obras de arte.
Dicen que cuando Juana de Austria convirtió este lugar en su lugar preferido de residencia, lo hizo movida por un sentido de culpa porque cuando su padre, Carlos V, abdicó y su hermano Felipe II viajó a Inglaterra para casarse con María Tudor, ella que vivía en Lisboa desde su matrimonio con Don Juan Manuel de Portugal, tuvo que volver a España para ser regente en ausencia de Felipe II, dejando en Portugal a su único hijo de pocos meses, un hijo al que nunca volvió a ver.
Juana de Austria nunca fue monja, pero tenía en Las Descalzas sus propios aposentos, al lado del altar. Además de ella, su hermana, la emperatriz María y otros miembros de la realeza, también residieron en ese lugar. De hecho, cada vez que el rey se encontraba fuera de Madrid, las mujeres de la familia real y los infantes, se trasladaban a vivir a la parte residencial del convento, en lo que se conoce como “Palacio de Ausencias”, porque solo lo utilizaban en ausencia del rey. En la zona intermedia, entre el convento y las dependencias reales, todavía podemos ver el Salón Real, en el que recibían audiencias.
Cuentan que este convento se llama de “Las Descalzas Reales”, porque a su entrada, las damas de la familia real, igual que cualquier monja de las que vivían allí, tenían que despojarse de sus lujosos zapatos y cambiarlos por humildes sandalias.
Murales, tapices, relicarios y cuadros, muchos cuadros por todas partes representando a la propia Juana de Austria y a otros miembros de la familia real y que, al parecer, era la forma de hacer que las monjas, al verlos, recordasen por quienes tenían que rezar.
Subir esa escalera regia, recorrer la galería, detenerse en el claustro o visitar sus salas llenas de importantísimas obras de arte es un auténtico regalo para los sentidos, aunque lo más fascinante es una sala casi secreta conocida como “divina guardería”. En ella, nos reciben cientos de bellísimos y enternecedores Niños Jesús. Dicen que, durante generaciones, todas las aspirantes que llegaban a este convento con la intención de ser monjas, aportaban como “dote” un Niño Jesús y un crucifijo. Es por esa tradición, por la que Las Descalzas cuenta con una de las más importantes colecciones de imágenes del Niño Dios, reunidas en esa escondida y extraordinaria guardería divina.