El misterio de la ballena del Jerte, el Cristo del Valle y la Garganta de los Infiernos
La historia transmitida durante generaciones de padres a hijos, habla de que los bueyes que debían llevarlo de vuelta a Tornavacas
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Cuenta la leyenda que, hace muchos siglos, la talla del Cristo del Valle, pasaba temporadas en una ermita en el pueblo cacereño de Tornavacas y otras en el cercano de Navaconcejo hasta que, un día decidió quedarse en este último.
La historia transmitida durante generaciones de padres a hijos, habla de que los bueyes que debían llevarlo de vuelta a Tornavacas, se negaron a moverse de Navaconcejo y, desde entonces, esa imagen del Cristo del Valle, se encuentra en la pequeña ermita del siglo XIII que lleva su nombre, a orillas del río Jerte.
Desde ahí, El Cristo puede ver como cada mes de marzo, los cerezos visten las laderas de blanco y entre mayo y agosto, el rojo claro de las cerezas y el más oscuro de las picotas, contrasta con el cielo siempre azul en esa época y se convierten en una delicia para el paladar.
Esa ermita conoce también el secreto de la ballena que, según otra leyenda, remontó el río Jerte con rumbo desconocido.
Dicen que, en medio de una gran riada, un vecino alertó a todo el pueblo porque había visto que una enorme ballena bajaba en medio del caudal de aguas bravas.
Cuentan que los vecinos salieron armados con todo tipo de artilugios y armas, dispuestos a acabar con aquel monstruo. Vaciaron cargadores, lanzaron piedras, hoces y horcas... pero la ballena seguía su rumbo "con las fauces abiertas y moviendo el rabo", como dice un viejo romance de la zona. Finalmente, el monstruo quedó varado y maltrecho al llegar a un remanso de aguas más calmadas. Fue ahí, donde los vecinos descubrieron el misterio de aquella ballena a la que habían disparado y arrojado todo tipo de objetos y que no era otra cosa que la albarda de paja de un burro.
Cuando los habitantes de los pueblos vecinos conocieron esos hechos, decidieron bautizar con el mote de ballenatos a los de Navaconcejo, un mote que perdura y se ha convertido en su gentilicio.
Ahora, conmemorando esa leyenda de la que los ballenatos se sienten orgullosos, una gigantesca ballena azul, nos saluda desde un enorme y simbólico mural pintado en una pared a la espalda de la ermita del Cristo.
A nuestro alrededor y por toda la comarca del Jerte, los cerezos nos ofrecen todavía sus últimos frutos de la temporada, mientras en los castaños repletos de flores empiezan a hacerse sitio los erizos y en las higueras comienzan a engordar los frutos que darán nueva vida y otro sabor a esta zona de Extremadura regada por el río Jerte, que le da nombre y le confiere una singular belleza a un entorno en el que el agua forma caprichosos pilones, pozas y cascadas de nombres tan sugerentes como Chorreros de la Virgen o inquietantes como Garganta de los Infiernos, entre las que podría deambular La Serrana, un ”peligroso” personaje que, a decir de los ancianos de la zona, es una mujer enorme, con el cabello tan largo que casi le roza los tobillos y que, tras haber sido abandonada por su prometido cuando estaban a punto de casarse, recorre los parajes de la cercana comarca de la Vera y del mismísimo Jerte, esperando la oportunidad para, en una particular venganza, secuestrar y hacer desaparecer a los hombres que se atreven a acercársele.
Es el Valle del Jerte que, sólo en invierno, se libra de la afluencia de visitantes para recuperar ese halo de misterio y leyenda que los abuelos transmiten a los nietos en las largas noches de invierno.