Mota del Marqués, custodio del corazón de don Juan de Austria y las enaguas de una infanta
Es este un pueblo que recrea su historia y sus historias, por eso en la fiesta de Las Águedas, por ejemplo, las mujeres llevan mantones de color beige
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Las ruinas del Castillo de Mota del Marqués en Valladolid, al lado mismo de la A-6, intentan llamar nuestra atención desde lo alto, pero la mayor parte de las veces pasamos de largo junto a ese pueblo con entidad propia en nuestra historia.
El Palacio de los Ulloa, se nos presenta majestuoso a lo lejos, pero cuando estamos junto a su puerta, inevitablemente, nos trae a la memoria la figura de Don Juan de Austria, el “Jeromín” que interpretó magistralmente Jaime Blanch en la película de Luis Lucía, allá por 1953.
Don Juan de Austria, hijo de Carlos V, se crió en este palacio sin saber que el emperador era su padre; ni siquiera se lo dijeron cuando lo llevaron a Yuste a conocerle.
Cuentan que, el 21 de septiembre de 1558, Jeromín, se saltó las clases que recibía en palacio para ir a jugar al castillo. En medio del camino se encontró a un anciano que se parecía mucho al emperador que él había conocido hacía poco y que, después de reprenderle por hacer novillos, le vino a decir que "si no estudias, tu espíritu puede esfumarse tanto como tus obras”. Dicho eso, el anciano desapareció. Los hechos ocurrieron justo el día y a la hora a la que el emperador, su padre, expiraba en Yuste.
Es, justo en ese lugar de Mota del Marqués, donde levantaron la Iglesia del Salvador, que los franceses arrasaron como tantos otros lugares y de la que ahora, apenas queda en pie la espadaña.
Don Juan de Austria nunca se desvinculó de ese pueblo donde era recibido siempre con grandes fiestas. Cuenta la historia que, durante una de esas fiestas, un invitado que estaba sentado al lado de Don Juan, no dejaba de hablar con la boca llena, hasta el punto de que alguien gritó:” ¡Don Juan, qué pena no haber llevado a su invitado a Lepanto, porque con los “tropezones” que lanza desde sus adentros al intentar hablar y masticar al tiempo, pudiéramos haber hundido más de una nave enemiga y sin cañones...”.
Don Juan nunca olvidó Mota del Marqués, el lugar de su niñez y dicen que, a la entrada del pueblo, junto a la ermita del Cristo del Humilladero, justo donde se levanta un crucero, está enterrado su corazón, traído hasta allí por sus soldados de los Tercios, después de su fallecimiento en los Países Bajos.
Es este un pueblo que recrea su historia y sus historias, por eso en la fiesta de “Las Águedas”, por ejemplo, las mujeres llevan mantones de color beige, antes llamado color “isabelo”, en homenaje al “sacrificio” de la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de los Países Bajos, que había prometido no cambiarse las enaguas hasta que conquistaran la ciudad de Ostende y que como tardaron tres años en hacerlo, para entonces, las enaguas antes blancas, eran ya de color beige. Cómo estarían que, al caballero encargado de traerlas a España le pusieron el mote de “porquerizo”, un nombre que se extendería a sus descendientes y que, todavía hoy, existe como apellido en la zona.
El rey, como reconocimiento al sacrificio de su hermana, ordenó que las enaguas fueran expuestas en Valladolid, pero el caballero hizo un alto en Mota del Marqués y las mujeres del pueblo solicitaron que se expusieran primero en la Iglesia de San Martín, como así fue; una iglesia que sorprende por su belleza y por su esbelta torre, actualmente en fase de restauración. Desde entonces, los mantones de las motanas, las mujeres de Mota del Marqués, son del color que presentaba aquella ropa interior de Isabel Clara Eugenia Eugenia, el color “isabelo”.