Quinta del Duque de Arco, el palacio escondido y hermano gemelo del de La Zarzuela
El Palacio de la Zarzuela tiene un hermano gemelo en uno de los laterales del Monte del Pardo y con unas vistas espectaculares sobre Madrid
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El Palacio de la Zarzuela tiene un “hermano gemelo” en uno de los laterales del Monte del Pardo y con unas vistas espectaculares sobre Madrid. Se trata del Palacio de la Quinta del Duque de Arco, un palacete copia casi exacta al edificio principal de La Zarzuela, que fue lugar elegido por el rey emérito cuando todavía era príncipe para celebrar sus audiencias y del que se llegó a hablar como posible residencia de Felipe VI, antes de que construyeran su residencia actual.
Ese palacete se encuentra en un lugar tan tranquilo y singular que Manuel Azaña lo eligió como residencia oficial y que le gustaba tanto que llegó a decir que, cuando se jubilara, quería ser “guarda mayor en estos Montes del Pardo”, unos montes que protegió hasta el punto de prohibir la construcción de 600 viviendas sociales en la zona, asegurando que había muchos otros lugares en los alrededores de Madrid donde levantarlas, sin destruir la belleza de aquel paisaje en el que las encinas son las reinas.
Cuenta la leyenda que estando Felipe IV de caza en esos montes, encontró a un hombre con un saco lleno de bellotas. El hombre le explicó que era tan pobre que, para alimentar a su familia, no le quedaba más remedio que adentrarse en el coto real y robar bellotas que en palacio utilizaban para engordar a los cerdos. Conmovido el rey, además de concederle una ayuda económica al hombre, decretó que cada año por ese día, 15 de noviembre y festividad de San Eugenio, todos los habitantes de Madrid pudieran acceder libremente al monte de El Pardo para recoger bellotas.
Este Palacio de la Quinta, mandado construir por el duque de Arco como finca de recreo para alejarse de Madrid y celebrar fiestas al aire libre en las noches de canícula veraniega, fue también lugar de esparcimiento para Francisco de Asís, “Paco puntillas”, como lo apodaba su esposa la reina de Isabel II.
Cuentan que, en la noche de bodas, cuando Francisco de Asís salió del vestidor para consumar el matrimonio lo hizo vestido con tal cantidad de encajes que la reina exclamó: “¡Pero Paco, si llevas más puntillas que yo!”.
La anécdota trascendió los muros de palacio y, mientras la reina se echaba amantes menos “puntillosos”, Francisco de Asís se quedó con el mote de “Paco puntillas” y convirtió este Palacio de la Quinta en su lugar favorito para ocupar el tiempo libre.
Además de un recogido y singular oratorio, sus salones con nombres tan poco sugerentes como el Salón del Príncipe, el de Audiencias o el Despacho de Ayudantes, están decorados tal como lo ordenaron Fernando VII y la propia Isabel II, con espectaculares murales y los mejores, más vistosos y artísticos papeles pintados de la época. El interior no está abierto al público, pero sí los jardines.
Esos jardines, hubo un tiempo en que estuvieron repletos de miles de olivos y naranjos, ahora, entre fuentes, cascadas artificiales y estatuas, se conservan decorativos parterres y algunas imponentes sequoias rojas gigantes.
Un poco alejada, en uno de los laterales, está la antigua casa de labor de los empleados del palacio, hoy convertida en un colegio de la Comunidad de Madrid para niños y jóvenes con necesidades especiales.
Un lugar escondido, casi secreto, a un tiro de piedra de su “hermano gemelo”, el Palacio de la Zarzuela, y a pocos minutos del centro de Madrid.