Ronda, el embrujo de "la ciudad más hermosa del mundo"

Ronda, el embrujo de “la ciudad más hermosa del mundo”

Ana L. Quiroga

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“En Ronda, uno de los “Tajos” más impresionantes de la tierra. Se diría que algún cíclope intentó allí hacerle al planeta una operación quirúrgica que luego abandonó, dejando al enfermo sin coser (…). El Tajo no tiene compromiso con los guías. Uno se asoma a él y puede encontrar en el fondo miedo, vaticinios, oraciones o versos”.

Así describió José María Pemán el Tajo de Ronda, ese corte en la tierra por cuyo fondo discurre el ríoGuadalevín y que corona el llamado Puente Nuevo, impresionante por su belleza, impactante por sus 100 metros de altura y fascinante por las historias que encierran sus arcos, sobre todo la inquietante estancia balconada que se abre bajo su arco principal y que nació como una inviolable prisión, luego fue mesón y, ahora, es un lugar de interpretación del propio puente.

Ronda, el embrujo de “la ciudad más hermosa del mundo”

Cuenta la historia que antes había uno tan frágil y mal cimentado que, en la primavera de 1741, se hundió llevándose consigo las vidas de 50 personas. Casi cincuenta años tardaron en construir ese que hoy conocemos, que fue el más alto del mundo hasta finales del siglo XIX y tan espectacular que su arquitecto, José María Aldehuela, convencido de que jamás podría construir otro tan hermoso, decidió precipitarse desde la cima. Algunos dicen que realmente se cayó porque perdió el equilibrio mientras supervisaba su obra.

Todavía hoy, impone asomarse a alguno de los miradores que lo rodean, especialmente cuando el viento sopla fuerte y levanta remolinos de agua que suben en forma de lluvia a la inversa, hasta cien metros más arriba.

Ronda, el embrujo de “la ciudad más hermosa del mundo”

En ese entorno de precipicios aparentemente insalvables, podemos encontrar cuevas con huellas de nuestros antepasados prehistóricos y ocultos tras permanentes cascadas, restos de auténticas ingenierías hidráulicas de hace muchos siglos.

Asomado al abismo, con pasillos laberínticos y escaleras que parecen interminables, el Palacio del Rey Moro nos habla de historias propias de las mil y una noches. Cuenta la leyenda que había un rey nazarí que tenía una hija muy hermosa a la que le gustaba salir a pasear por los jardines de palacio, pero cada vez que lo hacía, se amontonaban los curiosos para admirarla, así que el padre, decidió construir una escalera con 365 escalones, hasta el lecho del río, para que pudiera disfrutar, alejada de las miradas indiscretas.

Pasear por Ronda es encontrarse con retazos de historia, con casas blasonadas de nombres tan sugerentes como La Casa de los Gigantes o la de Montezuma, con iglesias emblemáticas como la de Santa María la Mayor, una plaza de toros de las más antiguas del mundo bajo cuyo albero reposan parte de las cenizas del torero Antonio Ordóñez e incluso con un museo de los bandoleros del que, trabuco en mano, parecen poder salir alguno de los históricos como “El Vivillo”, “Pasos Largos” o “El Tragabuches” del que cuentan las crónicas de la época que llegó a ser un torero famoso pero que cuando, en una ocasión, volvió antes de tiempo a su casa, descubrió que su mujer lo estaba engañando con un tipo llamado Pepe “el listillo”. Tras acabar con la vida de la mujer y del amante, huyó a la serranía uniéndose a un grupo de bandoleros.

Ronda, el embrujo de “la ciudad más hermosa del mundo”

Es Ronda un lugar tan especial, que enamoró a personajes tan extraordinarios como Orson Welles que según decía, “un hombre no es de dónde nace sino de donde decide morir” y por eso, aunque él murió en Los Ángeles, decidió que quería ser enterrado en Ronda y sus cenizas reposan en la finca rondeña de Antonio Ordóñez. También Hemingway cayó rendido a los encantos de ese lugar. El autor de “Por quien doblan las campanas”, dejó escrito que “Es a Ronda a donde habría que ir si vais alguna vez a España (…). La ciudad entera y sus alrededores son un decorado romántico”.

Merimeé, Rilke, Lorca, Todos sucumbieron al embrujo de este lugar singular que Juan Goytisolo resumió mejor que nadie: “Ronda. Estaba enriscada en la sierra, como una prolongación natural del paisaje y, a la luz del sol, me pareció la ciudad más hermosa del mundo”. Nada se puede añadir.

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