No son piedras, es el eco del grito de libertad de un pueblo

Impone mucho pensar que esa misma tierra que pisamos, hubo un tiempo en que estaba anegada de sangre y cubierta con los cadáveres de todos sus habitantes

No son piedras, es el eco del grito de libertad de un pueblo

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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Cuando se cruza la puerta sorteada por la reproducción de dos torres de vigilancia y se pisa tierra numantina, al lado del pueblo de Garray en Soria, la imaginación se desborda y el respeto nos estremece, conscientes de que eso que estamos viendo no son ruinas ni piedras sino el recuerdo, el eco del grito de libertad de todo un pueblo que prefirió morir antes que ser sometido y esclavizado por Roma.

Impone mucho pensar que esa misma tierra que pisamos, hubo un tiempo en que estaba anegada de sangre y cubierta con los cadáveres de todos sus habitantes.

No son piedras, es el eco del grito de libertad de un pueblo

Hombres que cruzaron sus espadas para que la muerte les fuera más fácil, padres que degollaron a sus propios hijos antes de quitarse ellos mismos la vida…, muchos prefirieron morir y quemar sus casas, antes que entregarse a Escipión “El Africano”, el general romano más importante de aquel momento y rematadamente cruel. Cuenta la historia que a los rebeldes que apresaba, les cortaba la mano derecha para impedirles que volvieran a empuñar la espada y a las mujeres y niños, los llevaba a Roma para ser convertidos en esclavos.

Tocar esas piedras que fueron casas, es sentir la dignidad y coraje de los numantinos que le aguantaron el pulso a la poderosa Roma durante casi dos décadas.

Hasta siete cónsules con miles de hombres mandaron desde Roma, a lo largo de esos años para someterlos, pero los numantinos, utilizando tácticas de guerrilla la mayoría de las veces, fueron diezmando a los ejércitos romanos. Finalmente, Publio Cornelio Escipión “El Africano”, siguiendo órdenes del Senado Romano, vino a Hispania con el propósito de destruir Numancia y apresar a las 4.000 personas que resistían entre sus muros.

No son piedras, es el eco del grito de libertad de un pueblo

Escipión, con un ejército de 60.000 hombres, ni siquiera intentó luchar, simplemente levantó alrededor del pueblo una muralla de más de nueve kilómetros, junto a la muralla un foso lleno de estacas afiladas para que nadie pudiera saltarlo e incluso llegó a levantar torres en las orillas de los dos ríos cercanos, unas torres unidas por rastrillos hechos con puntas de lanza y espadas que no podían ser sorteados ni buceando y todo con el propósito de obligar a los numantinos a rendirse o morir de hambre y sed.

Después de resistir ese asedio inhumano durante once largos meses, cuando ya no les quedaba nada, los numantinos, incendiaron la ciudad y se quitaron masivamente la vida. Los que quedaban vivos, fueron apresados y vendidos como esclavos después de que los romanos arrasaran lo poco que quedaba en pie dentro de la muralla de Numancia.

La vuelta de Escipión a Roma, acompañado de un puñado de hombres y niños cadavéricos, marcó el comienzo del fin para el que había sido el general más importante porque, aunque fue su ambición política la que le costó la vida, Roma consideró que la destrucción de Numancia no era una victoria sino una derrota puesto que los numantinos nunca se rindieron y por eso, su sacrificio, su grito de libertad, se convirtió en ejemplo de resistencia, ganándose el respeto de quienes habían propiciado su destrucción.

No son piedras, es el eco del grito de libertad de un pueblo

Recordando esa lección de dignidad, incluso la reconstrucción de una de las viviendas de aquel pueblo celtíbero, sencilla y práctica, nos parece mucho más hermosa que otra de una casa más lujosa, al estilo romano, tal como eran las que se construyeron para volver a levantar la ciudad, en época de Augusto.

El recuerdo y el peso de la Historia hacen que esas piedras y esas calles con restos del empedrado original, sean mucho más que piedras, las convierten en testigos fehacientes del coraje de un pueblo que decidió sacrificarse en defensa de su libertad.

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