Todo lo que el Castillo de Garcimuñoz esconde: batallas cruentas y fratricidas, pero también de sensibilidades
¡Oh, mundo! Pues que nos matas, así empezaba el último poema que rescataron de entre las ropas de Manrique, cuando su vida se había apagado, casi a los pies de este castillo
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Las piedras y el entorno del Castillo de Garcimuñoz, impactante en el corazón de Castilla, nos hablan de batallas cruentas y fratricidas, pero también de sensibilidades ocultas.
Tras sus muros, el Infante Don Manuel, se encontró con las musas que le inspiraron “El Conde Lucanor” y extramuros, Jorge Manrique, paladín del proyecto unificador de Isabel I de Castilla, escribió sus últimos versos mientras la vida se le escapaba por la herida recibida en una pelea con Don Pedro de Baeza, defensor de los intereses de Juana la Beltraneja.
“¡Oh, mundo! Pues que nos matas…”, así empezaba el último poema que rescataron de entre las ropas de Manrique, cuando su vida se había apagado, casi a los pies de este castillo.
El brasero y las fogatas encendidas en todo el campamento asentado en la villa de Santa María de Campo de Rus, seguramente no conseguían amortiguar el frío helador en aquellos días de abril de 1479. Recostado entre cojines, Jorge Manrique, hombre de espada y de letras, curtido en mil batallas, sujetaría penosamente la pluma mientras, con manos temblorosas por el frío y por la fiebre, le escribía esa postrera copla al mundo cuando el mundo le mostraba la puerta de la definitiva partida.
Dirigiendo la mirada al norte, a poco más de un día a caballo, casi podía ver el Castillo de Uclés. Allí es dónde Manrique pidió ser enterrado si la fortuna le negaba seguir viviendo; allí, a los pies de la tumba de su padre, Maestre de la Orden de Santiago, fue donde él, tiempo atrás y como homenaje dolorido, le recitó las “Coplas a la muerte del Maestre Don Rodrigo”:
“Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando”...
Manrique que declinó la asistencia de los cirujanos que desde Castillo de Garcimuñoz, le habían enviado aquellos que, en un mal anochecer, le tendieron una emboscada ocasionándole una herida que le estaba robando el aliento, murió casi a los pies de ese castillo que se recorta, impactante, contra el cielo.
Hernando del Pulgar, nombrado cronista real por Isabel la Católica, cuenta así las circunstancias en las que Manrique resultó fatalmente herido: “... en el Marquesado donde estaban por capitanes contra el Marqués, D. Jorge Manrique é Pero Ruiz de Alarcón peleaban los más días con el marqués de Villena é con su gente; é había entre ellos algunos recuentros, en uno de los quales, el capitán don Jorge Manrique se metió con tanta osadía entre los enemigos, que por no ser visto de los suyos, para que fuera socorrido, le firieron de muchos golpes, é murió peleando cerca de las puertas del castillo de Garci Muñoz, donde acaeció aquella pelea, en la qual murieron algunos escuderos é peones de la una é de la otra parte”.
Foto decida por el Ayuntamiento de Garcimuñoz
En el Camino de Navas, en el lugar exacto en el que ocurrieron los hechos, hoy, un monolito con una cruz de hierro, nos recuerda que “Aquí cayó mortalmente herido Jorge Manrique, luchando por la unidad de España”.
El espíritu del guerrero, valiente y poeta inmortal, permanece dividido entre este lugar y Uclés donde fue enterrado, aunque su tumba y la de su padre, desaparecieron cuando parte de la fortaleza fue derruida para construir el monasterio como lo conocemos hoy, pero esa es otra fascinante historia.