La Torre de Hércules, construida para enterrar la cabeza de un gigante
Hércules, para asegurarse de que Gerión no podría volver a hacer maldades, le cortó la cabeza y edificó sobre ella una gran torre
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La Torre de Hércules, en La Coruña, es el único faro romano que lleva 2.000 años funcionando de manera ininterrumpida para orientar a los barcos cuando la mar se pone brava, que en ese punto concreto es muy habitual y por eso, a pesar de la luz de su faro que traspasa la niebla más espesa, de las advertencias y el cuidado que ponen los marinos, ha sido testigo de no pocos naufragios.
Cuenta la leyenda que, hubo un tiempo en que gobernaba allí un gigante malvado llamado Gerión. Era tan malo que los habitantes de la zona pidieron ayuda a Hércules que después de tres días y tres noches de lucha titánica en la que los golpes de espada hacían temblar el suelo, consiguió vencer al gigante.
Hércules, para asegurarse de que Gerión no podría volver a hacer maldades, le cortó la cabeza y edificó sobre ella una gran torre, la Torre de Hércules y es por eso por lo que el escudo de La Coruña tiene una calavera y dos tibias bajo la imagen de la torre, simbología que también podemos ver a sus pies, en el mirador de A Rosa dos Ventos, La Rosa de los Vientos. Eso cuenta la leyenda. Los historiadores aseguran que la construyó un arquitecto romano en el siglo I y que, antes, en ese mismo lugar, había un santuario celta.
La parte emotiva la marcan los emigrantes porque esta torre icónica fue, durante los años duros de la emigración hacia América, lo último que veían quienes decidían lanzarse a la aventura de lo desconocido.
Cuenta la historia real que, en aquellos años, los barcos cargados de emigrantes, reducían su velocidad al pasar junto a la torre y hacían sonar tres veces la sirena, como símbolo de despedida, mientras aquellos hombres, mujeres y niños, se empapaban de su imagen y prendían en ella sus ojos anegados por las amargas lágrimas de quién se va sin saber si, algún día, volverá a ver la tierra que deja atrás.
Ese faro imponente tiene nada menos que 244 escalones hasta su parte más alta y los últimos, en escalera de caracol, con los peldaños altos y resbaladizos por el uso de tantos siglos que nos obligan a más de uno a subirlos casi a gatas y bajarlos sentados, con las piernas temblando por el esfuerzo.
Una vez arriba, con el viento pujando por arrastrarnos, especialmente cuando hay temporal, el espectáculo es impresionante. Es como tener la tierra y el mar no sólo bajo nuestros pies sino también bajo nuestro influjo e inevitablemente, los ojos se nos van hacia el infinito, tratando de ver Irlanda en el horizonte.
Dicen que, desde ese mismo lugar, en lo más alto del faro, un día claro, Ith, hijo de Breogán el mítico caudillo celta, habría divisado una tierra desconocida, la actual Irlanda y, con el ardor guerrero que corría por sus venas, decidió partir para conquistarla. Antes de su partida, un mago le advirtió que no debía bajarse del caballo porque si ponía su pie en aquella tierra que quería conquistar, moriría. Al llegar a Irlanda, el caballo de Ith se encabritó haciéndole caer y él murió nada más tocar tierra.
Los expertos actuales aseguran que es absolutamente imposible ver Irlanda desde aquí, teniendo en cuenta los más de 1.000 kilómetros en línea recta que separan ambas tierras, pero es que, los expertos de ahora, nada tienen que ver con la magia de los héroes legendarios de entonces.