El problema de la basura espacial: Falta de regulación y tensiones entre grandes potencias
Hoy ha sido la tercera vez en apenas dos años que un artefacto espacial chino genera una alerta de este tipo en todo el mundo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Desde primera hora conteniamos la respiración mientras mirábamos al cielo por si veíamos una señal que nos advirtiera de algún objeto extraño cerca. Y es que recién comenzado el día conocíamos que varias ciudades españoles veían comprometido su espacio aéreo y suspendían toda su operativa debido a la reentrada en nuestras atmósfera de un cohete chino.
Finalmente tras dar varias vueltas a la Tierra y sobrevolar la Península Ibérica el objeto, de unas 23 toneladas y cerca de 30 metros, ha caído pasadas las 12 horas del mediodía en el océano Pacífico.
Cuando hay algún tipo de alerta por un posible impacto de este tipo se pone en marcha todo un protocolo coordinado desde el Departamento de Seguridad Nacional, como así ha ocurrido. Durante todo su recorrido el cohete ha estado monitorizado por el Ejército del Aire, la Agencia Espacial Europea y el comando espacial de los Estados Unidos.
RESTOS ESPACIALES SIN REGULACIÓN
Por lo pronto, el cohete ya es historia, pero es una historia que se repite. El problema es que no hay una regulación específica internacional sobre cómo tratar los restos espaciales que vuelven a la Tierra. "Puede haber acuerdos puntuales, pero es más una cuestión de mera voluntad y no parece que a China le condicione demasiado", según ha advertido Pilar García Muñiz, en 'Mediodía COPE'.
La previsión de que esta basura espacial vaya al alza obliga a los gobiernos a tener un control cada vez más preciso de ella con el fin de evitar accidentes, si bien es cierto que la falta de regulación y las tensiones entre potencias complican la tarea.
Los alrededor de 1.500 satélites en órbita baja, tan solo para facilitar el acceso a internet, "pasarán a ser más de 40.000 en los próximos años", explica el profesor de Bioingeniería e Ingeniería Aeronáutica de la Universidad Carlos III, Manuel Sanjurjo, lo que incrementará el riesgo de colisión entre sí o con otro tipo de instalaciones espaciales, como la Espacial Internacional.
Alrededor de la tierra se estima "un verdadero cinturón de basura", con alrededor de 30.000 objetos que miden diez centímetros o más".
Por eso los experto inciden en la neecsidad de que los políticos sean conscientes de que se trata de una cuestión que debe estar regulada y que requiere la colaboración entre países.
CÓMO SABER DÓNDE VAN A CAER
Las principales agencias espaciales del mundo cuentan con telescopios y radares dedicados de forma específica a realizar "un catálogo" de esos objetos, con el fin de fijar su posición en el espacio y, evitar posibles colisiones que "podrían llevar a la caída de un satélite y si pasa, hay que saber dónde van a caer".
La apuesta de Estados Unidos por este control, es clara. Solo entre 2015 y 2020 invirtió 1.000 millones de dólares en crear este tipo de tecnología. Desde la Unión Europea también se trabaja en este sentido.
QUÉ PROBABILIDAD HAY DE SER ALCANZADO
De estrada, para nuestra tranquilidad, los expertos advierten de que es poco probable que un satélite 'gordo' nos caiga encima.
En este sentido, un estudio publicado en 'Nature Astronomy' ha calculado la posibilidad de que haya víctimas por el hecho de que caigan piezas del espacio en una década. El resultado es que existe un pequeño, pero significativo riesgo de que las piezas entren dentro de la atmósfera terrestre en ese tiempo. Las probabilidades son mayores en las latitudes del hemisferio Sur que en el Norte. Es tres veces más probable que la basura espacial se estrelle en las latitudes Yakarta (Indonesia), Dhaka (Bangladesh) y Lagos (Nigeria) a que caigan en Nueva York (Estados Unidos), Pekín (China) o Moscú (Rusia).
También se ha realizado un cálculo de "expectativa de víctimas" durante los próximos 10 años. Si la reentrada a la atmósfera de un trozo de basura espacial provoca que esta se esparza en varias partes en un radio de 10 metros cuadrados, hay un 10 por ciento de probabilidades de que pudiera haber una o más víctimas, por término medio.