Sánchez calibrará el 10-N el aguante de Iglesias y Rivera
El backstage del presidente lanza el mantra: “¡PSOE o colapso!”
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Cinco meses después del 28-A, vuelta a la casilla de salida. Con todo sentenciado y a la espera sólo del formalismo de la convocatoria automática de elecciones generales, Pedro Sánchez parece carecer de dudas y, si las tiene, las guarda bajo siete llaves. Su entorno se muestra confiado en persuadir el 10-N al electorado de entregar a su líder unos resultados mejores, obteniendo el puñado adicional de escaños que le permita presidir un Gobierno estable.
El PSOE se presentará ante los españoles como la garantía de estabilidad y continuidad de unas políticas progresistas. Con una notable novedad, según ha sabido la Cadena COPE: Ya no aparecerá Sánchez contra la “triple derecha”, Ferraz interioriza que difícilmente puede serlo, ahora será constante la apelación al voto útil. Objetivo: Procurar una amplia mayoría. Es el efecto bola de nieve con el que agrandar su base electoral.
Esa estrategia puede ayudar al PSOE a desgastar a Unidas Podemos. “El culpable de no tener Gobierno tiene nombres y apellidos, empezando por Pablo Iglesias”, inciden al más alto nivel. “Ha sido inflexible y ha impedido de nuevo la formación de un Ejecutivo de izquierdas”. Sin el paso atrás de Iglesias, ha quedado hecho añicos el espejismo de que había una mayoría de izquierdas en las Cortes. Nunca fue cierto, aún cuando los socialistas, con Pedro Sánchez a la cabeza, jugaron a crear tal expectativa en la militancia y en sus votantes.
Gobernar dependiendo de un conglomerado formado por Podemos, sus confluencias, el PNV y los independentistas carecía de recorrido para Sánchez, ávido de encarar su investidura con fórmulas para asegurarse un mandato completo de cuatro años. De ahí la mano tendida a buscar pactos de Estado con el PP y, quizá, pudo ser posible hacia Ciudadanos si hubiera conllevado ganar o conservar poder territorial tras las autonómicas y municipales del 26-M. Ahora son legión los cercanos a Pedro Sánchez deseosos de “bajarle los humos” a Albert Rivera que bebe, al menos lo hizo antes de la desbandada de su sector crítico, del flanco derecho del PSOE.
En La Moncloa saben perfectamente que parte de los más de 4 millones de votos de Rivera se situaron en la frontera entre Ciudadanos y el PSOE, a medio camino entre rojo y naranja, un electorado moderado que huye ante “la posición radicalizada” de Albert Rivera. Los estrategas quieren apuntalar la incertidumbre sobre el rédito de su papeleta. Esto es, “¿qué han hecho Iglesias y Rivera por la gobernabilidad?” La pregunta suena con fuerza, según ha constatado la Cadena COPE, en despachos cercanos al presidente en funciones.
El plan consiste, pues, en dar a entender que Sánchez ha hecho todo lo posible para evitar abrir de nuevo las urnas, a diferencia de los demás actores políticos. Ésa debe ser, a sus ojos, la foto final de estos últimos meses. Además de fidelizar a los suyos, y movilizarlos, situar ahí parte del peso discursivo va a ayudar a Pedro Sánchez ante la España moderada. Aquella que ansía salir de la parálisis y muestra predisposición a votar “directamente” a la opción “más sólida”. Aunque el PSOE prioriza poner en jaque a sus contrincantes, destaca la trascendencia de la participación, en torno a 3 puntos menos que hace cinco meses según sus vaticinios.
Con cinco partidos en carrera, el comportamiento de la Ley D'Hont – el sistema según el cual se distribuyen los escaños por provincias a partir de los votos obtenidos – beneficiará de nuevo a Sánchez. Pero, a la vista está, las diferencias se acumulan entre el 10-N y el 28-A. Incluido el factor estacional. De primavera a otoño los estados de ánimo cambian y exigen campañas distintas, sobre todo cuando la aspiración pasa por aumentar de sus 123 diputados de hoy a los 140 o 150 escaños, con los que sueña Pedro Sánchez.