Sin Micrófonos | Los candidatos a presidir el PP tendrán que enseñar ya sus cartas

Sin Micrófonos: Los candidatos a presidir el PP tendrán que enseñar ya sus cartas

María Dabán

Publicado el - Actualizado

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Desde hoy, y hasta el próximo miércoles, los militantes del PP que quieran aspirar a presidir el partido tendrán que presentar en la calle Génova los cien avales que exigen los estatutos para ello. Y aquí se acabarán ya todos los cálculos que han venido haciendo entre bambalinas los dos favoritos, Soraya Sáenz de Santamaría y Alberto Núñez Feijoo. Los dos han apurado los plazos y no han dado el paso todavía porque, aseguran fuentes populares, nadie se tira a la piscina si no hay agua. Y en esto han estado esta semana, en calcular el caudal de apoyos con los que podría contar cada uno.

El presidente de la Xunta, con una agenda apretada, se ha dejado querer, y ha aplicado su estrategia habitual: la de echar el freno mientras la maquinaria se mueve para, quizá, acelerar al final. Núñez Feijoo ya ha dejado claro que, si anuncia su candidatura, lo hará en un acto del partido, y algunos especulan con que podría optar, por ejemplo, por convocar el martes una junta directiva regional. Soraya Sáenz de Santamaría, no tiene un cargo orgánico en el PP, y solo es diputada, así que tendrá que barajar qué escenario elegir si da el paso.

Algunas fuentes aseguran que las fuerzas están muy igualadas. Cada uno de ellos tiene puntos a favor y en contra. Núñez Feijoo posee en su haber 3 mayorías absolutas en Galicia, una organización territorial que le respalda y un amplio conocimiento del partido; pero no cuenta con un altavoz nacional (no es diputado, y, como mucho podría ser nombrado senador autonómico, lo que le permitiría enfrentarse a Sánchez una vez al mes en la Cámara Alta), y su gestión estatal se limita a sus responsabilidades pasadas en el INSALUD, y en Correos y Telégrafos.

Soraya Sáenz de Santamaría es más joven, es mujer (un dato nada baladí en estos tiempos), es diputada, y tiene una gran experiencia en gestión estatal, pero no ha empezado desde abajo, y, al contrario que Feijoo, no tiene una organización territorial que le respalde, ni un conocimiento tan grande del partido. Cuenta con grandes detractores, pero también con el apoyo de varios de los barones.

Fiel a su promesa, Mariano Rajoy, que trabaja desde su despacho de la calle Génova, se está manteniendo al margen de los candidatos. Su papel se limita, por voluntad propia, a garantizar que todo se hace sin estridencias, de manera ordenada.

Sobre el papel, los dos favoritos son conscientes de que, pase lo que pase, a partir del 21 de julio el PP deberá estar unido, porque de lo que se trata ahora es de recuperar el poder en comunidades, ayuntamientos y en el propio estado, y eso no se va a conseguir con enfrentamientos irreconciliables. “Todo es reconducible, si se quiere”, dicen algunos. De lo que nadie quiere hablar a estas alturas del proceso es de una candidatura de unidad. Todavía no toca, subrayan.

De momento, los dos están pues buscando el objetivo que apuntaba Napoleón: “No hay distancia que no se pueda recorrer, ni meta que no se pueda alcanzar”, decía. Pero, claro, el emperador acabó en Santa Elena.

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