SIN MICRÓFONOS
¿El calendario de Sánchez? El Gobierno se aferra ahora a elecciones en octubre
El Presidente se viste de víctima ante la concentración de Colón. “La sociedad ha dado la espalda a la crispación de las derechas”, asevera su entorno
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En el horizonte del Gobierno han aparecido curvas. Pedro Sánchez quiere llegar al destino de la llamada a las generales convirtiéndose en el gran resorte para la reanimación del PSOE. Antes de despejar la gran incógnita que gravita sobre la política nacional, la convocatoria de las urnas, necesita de margen de maniobra para ahondar en el nuevo relato sin el lastre de una negociación con los independentistas. “Que se preparen”, repite el entorno del jefe del Ejecutivo. Fruto de ese convencimiento, miembros del Gobierno y de Ferraz han dibujado un escenario electoral con octubre como mes idóneo para la convocatoria de las urnas.
El “superdomingo” – la coincidencia de generales con municipales, autonómicas y europeas de mayo – ya ha planeado sobre el Palacio de La Moncloa, aunque Sánchez precisamente abogaría, tal y como ha barajado en privado en alguna ocasión, por tratar de resistir hasta el otoño. Las decisiones que pueda tomar el presidente del Gobierno estarán condicionadas por el previsible fracaso de los Presupuestos Generales del Estado. De tumbar los secesionistas el miércoles en las Cortes el proyecto, Pedro Sánchez quedará sin margen de maniobra.
Bajo la incógnita sobre la duración de la Legislatura, Sánchez ya ponía en marcha una nueva estrategia vistiéndose de víctima ante la concentración de Colón promovida por PP,Ciudadanos y Vox. “Como presidente del Gobierno, faltaría más, respeto la concentración, - sostuvo en un mitin en Santander - pero también digo que están haciendo una concentración en contra de una persona”, de él mismo, que, como jefe de la Oposición, apoyó a Mariano Rajoy en situaciones como el despliegue del artículo 155 en Cataluña. Y todo para clamar: “El Gobierno trabaja para unir a los españoles y no para enfrentarlos”.
En un cierre de filas, fuentes socialistas difundieron el “fracaso” de la convocatoria en Colón, dejando patente que “las ideas unen, la crispación no”. “La sociedad ha dado la espalda a la crispación de las derechas”, fue otro de los mantras desplegados desde el PSOE. Unas siglas, las suyas, que Pedro Sánchez ha puesto al borde del precipicio. El presidente del Gobierno puede dar vueltas a los acontecimientos y hacerlo además sin ninguna pizca de autocrítica, pero los errores de diagnóstico y de actuación en la crisis en Cataluña ha cobrado fuerza dentro de sus filas, en el seno mismo del Consejo de Ministros.
Las miradas se han dirigido, sobre todo, a la vicepresidenta. No sólo en los últimos días a cuenta de la controvertida figura del “relator”, sino en las últimas semanas. Los saltos al vacío los fueron dando Sánchez y Carmen Calvo. Otros miembros del Gabinete como Meritxell Batet, responsable de Política Territorial, pero incluso José Luis Ábalos estuvieron al margen de decisiones para seducir a los independentistas. Las conversaciones con Pere Aragonés, vicepresidente de la Generalidad catalana, y con Elsa Artadi, consejera de Presidencia, eran una exclusividad de Calvo tras la Cumbre de Pedralbes el 20 de diciembre.
El corolario de la “operación diálogo” ha sido la necesidad de Sánchez de escenificar, a través de su número dos, de escenificar la ruptura con los separatistas después de toparse con su rechazo a la última oferta: Una mesa de partidos en la que se aceptaba representantes de ámbitos catalán y nacional. Ni siquiera la generosa propuesta bastó para frenar la hoja de ruta independentista, aquella que pasa por la autodeterminación. Y por cierto, los recelos internos hacia Carmen Calvo llevaron a algunos a airear su hipotética candidatura a las elecciones europeas. Una “maledicencia”, a decir del entorno del Presidente, rápidamente cortada de raíz.