AfD para no iniciados: antieuropeos, xenófobos y amigos de Puigdemont

Distingue a los alemanes "ancestrales" del resto de los alemanes, promete eliminar la doble nacionalidad y expulsiones masivas

AfD para no iniciados

Rosalía Sánchez

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

En la primavera de 2013, con la crisis de la deuda en todo lo alto y el segundo rescate a Grecia ya en marcha, el profesor de Economía de la Universidad de Hamburgo Bernd Lucke, que  antes de la caída del Muro de Berlín llegó trabajar en el Consejo de Expertos Económicos del gobierno de RDA, decidió dar voz al creciente y claro malestar de muchos contribuyentes alemanes, escandalizados por el hecho de que su disciplinado país destinase sus impuestos a rescatar a los manirrotos sureños. Quería por fin plantar cara a Bruselas.

Antieuropeos

Junto a su amigo Gerd Robanus, el periodista Konrad Adam, y el ex político de la CDU Alexander Gauland, el único que sigue hoy activo en la directiva del partido, fundó “Alternativa”, con un programa basado en sacar a Alemania del euro y  la disolución ordenada y paulatina de la eurozona, un Brexit a la alemana. El congreso fundacional tuvo lugar el 14 de abril en Berlín y su primera campaña electoral, en otoño, se centró en un llamamiento a deshacer el «error histórico» de la Unión Europea. Pero una cosa era criticar a Bruselas y otra abandonar Europa, por lo que obtuvieron solamente el 4,7% de los votos y quedaron fuera del Bundestag. Pero en las europeas de 2014 lograron el 7% y 7 eurodiputados. Una extraña conexión se manifestó desde el principio ente su antieuropeismo y el territorio de la antigua Alemania comunista, logrando poner un pie en los parlamentos regionales de Turingia y Sajonia. El que parecía condenado a ser un partido marginal encontraría además un inesperado asidero de votos en la crisis de los refugiados, a partir del 2015.

Xenófobos

Ese año, mientras cientos de cristianos sirios y egipcios eran decapitados ante las cámaras de Estado Islámico, una ola de refugiados comenzó a huir por varias rutas hacia Europa y para la mayoría de ellos Alemania era el destino deseado. Con el objetivo de evitar una crisis humanitaria en la frontera húngara, donde miles se hacinaban ya durante semanas, la canciller Angela Merkel se sirvió de la misma expresión con la que el presidente del BCE, Mario Draghi, había logrado apaciguar la crisis del euro: “haremos todo lo necesario”. “El derecho de asilo político no está limitado en nuestra Constitución por un número determinado de solicitantes”, justificó la canciller, “como país fuerte y económicamente sano que somos, tenemos la fortaleza para hacer lo que sea necesario para ayudar”. A los refugiados que aseguraban proceder de Siria, ni siquiera se les pidió el pasaporte. La decisión generó un efecto llamada que derivó en caos administrativo y autoridades de extranjería desbordadas. Sólo durante los primeros meses, ingresaron en el país millón y medio de refugiados a los que había que dar, antes de que llegase el invierno, casa, médico, escuela, idioma y empleo. Todos los partidos alemanes estaban a favor de ese esfuerzo, todos menos ellos, y comenzaron a recibir el apoyo del electorado asustado por la avalancha.

Conexión rusa

En un golpe de mano, durante el congreso que el partido celebró en  julio de 2015 en Essen, el ala más dura arrebató la dirección del partido a Lucke y lo rebautizó como Alternativa para Alemania (AfD). Los nuevos presidentes, Frauke Petry y Jörg Meuthen, ya no eran solamente anti europeos, sino que volcaron el partido contra los refugiados y contra la población musulmana en Alemania, además de defender un acercamiento de la política exterior alemana a Rusia. Las visitas de Petry a Moscú han servido para especular sobre una posible financiación rusa del partido, pero lo cierto es que en los varios casos abiertos por financiación ilegal, el dinero llegaba desde cuenta suizas. En sucesivas elecciones regionales fueron logrando acceso a los parlamentos de los Bundesländer y en las generales de 2017 obtuvieron el 12,6% de los votos, con 94 diputados en el Bundestag que los convierten, actualmente, en el primer partido de la oposición.

Poli bueno, poli malo

Reciben voto decepcionado tanto de la derecha como de la izquierda. Gauland, un renegado de la CDU de Merkel, junto con Alice Weidel, ex asesora de Goldman Sachs lesbiana y con residencia oficial en Suiza, forman una directiva de talante liberal, pero en los Bundesländer orientales surge con fuerza a partir de 2017 “El ala”, un sector especialmente radical, liderado por Björn Höcke, conocido por sus virulentas arengas xenófobas y múltiples encontronazos con la justicia. Algunos de sus miembros coquetean abiertamente con la nostalgia del nazismo y han pertenecido a organizaciones neonazis, por lo que los servicios de inteligencia los tienen bajo vigilancia. No son facciones enfrentadas, sino dos caras de una moneda. Una es más presentable que la otra, pero esta segunda atrae un tipo de voto antes oculto.

Programa

En su programa, AfD distingue a los alemanes "ancestrales" del resto de los alemanes, promete eliminar la doble nacionalidad y expulsiones masivas, además de terminar con las fronteras Schengen. Recupera el término 'Volkisch', acuñado a finales del XIX por los ultra-conservadores populistas y que no se usaba desde Hitler, que hace referencia a la familia y el pueblo alemán. Apuestan por políticas de natalidad que garanticen "la supervivencia del pueblo". Rechazan las políticas medioambientales y siguen abogando, como en sus inicios, por la salida de Alemania del euro. Y aunque no es la posición oficial del partido, sus miembros defienden abiertamente la independencia de Cataluña. “Un presidente regional que ha representado los intereses de su pueblo es encarcelado en Alemania mientras un ejército de millones de inmigrantes es aplaudido… Algo no funciona”, escribió en Tuitter el diputado de AfD René Springer el día en que Puigdemont fue detenido en Schleswig-Holstein. La primera visita que Puigdemont recibió en la cárcel en Alemania fue la del fundador Bernd Lucke.

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