Bolsonaro, el nostálgico de la dictadura brasileña
Defiende la "mano dura", añora la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985 y enaltece los valores de la sociedad más conservadora
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El ultraderechista Jair Bolsonaro, investido este martes como presidente de Brasil, asume el poder del gigante suramericano con un discurso radical en el que defiende la "mano dura", añora la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985 y enaltece los valores de la sociedad más conservadora.
Amado por unos y odiado por otros, en la valoración de los brasileños al igual que en su discurso no existe un punto medio y mientras unos lo ven como un peligro para la democracia otros creen que es la única solución para acabar con la corrupción que carcome a Brasil.
El capitán retirado del Ejército brasileño, de 63 años, conquistó el electorado en los comicios más polarizados en la historia de un país en que 7 de cada 10 votantes dice desconfiar de los políticos en general y considera corrupta a toda la clase política.
Bolsonaro vendió su imagen de solución para un Brasil inseguro, violento, conflictivo y corrupto mediante un discurso radical con el que consiguió calar en la sociedad y que le ha llevado a ocupar la Presidencia.
Nostálgico de la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985 y polémico por sus insistentes declaraciones machistas, racistas, homófobas y misóginas, aglutinó a su favor a millones de brasileños que se dicen insatisfechos con la inseguridad en el país y con la corrupción de los políticos, razón por la que sus detractores le acusan de explotar la desesperación de las personas.
Precisamente su fuerte discurso contra la corrupción fue uno de los puntos más fuertes de su campaña, en la que aprovechó el odio de gran parte del país hacia el Partido de los Trabajadores (PT), la formación liderada por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien purga en prisión una condenado a 12 años por corrupción.
Su carrera a la presidencia fue tan polémica como el discurso que defiende. Su maniobra política se caracterizó por una escasa exposición a los medios y un gran uso de las redes sociales.
En plena campaña, Bolsonaro fue acuchillado durante un mitin y sufrió heridas que lo obligaron a estar hospitalizado casi un mes, lo que le ayudó a aglutinar más adeptos que veían que la imagen violenta que vendía se hacía realidad.
También durante su campaña optó por omitir su carrera como legislador, poco exitosa teniendo en cuenta que, en casi 30 años como miembro de la Cámara de Diputados, sólo consiguió que 2 de los 170 proyectos de su autoría se convirtieran en ley, y se presentó como la renovación de la política brasileña.
Entre otros proyectos polémicos que defendió como legislador destacan la pena de muerte, la prisión perpetua, el régimen de trabajos forzados para condenados, la reducción de la edad penal de 18 a 16 años y el control de la natalidad como herramienta para combatir la pobreza y la violencia.
Bajo su lema "Brasil por encima de todo. Dios encima de todos" generó protestas de colectivos feministas y de defensa de los derechos humanos por su idea de seguridad y familia tradicional.
"Sería incapaz de amar un hijo homosexual. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí. Para mí, estaría muerto de cualquier forma", afirmó en 2011.
También sus palabras hacia las mujeres levantaron ampollas cuando en 2014 le dijo a una diputada que no la violaría porque no "lo merecía", o cuando manifestó que "no emplearía a hombres y mujeres con el mismo salario, a pesar de que hay mucha mujer competente", porque ellas con el permiso de maternidad ya gozan de un derecho laboral que los hombres no.
Pese a haber desarrollado toda su carrera política en Río de Janeiro, Jair Messias Bolsonaro nació en Sao Paulo el 21 de marzo de 1955, proviene de una familia de origen e italiano y comenzó su carrera militar en Campinas (municipio del estado de Sao Paulo) como alumno de la Escuela de Cadetes del Ejército.
Como militar, se formó como oficial en 1977 en la Academia de las Agujas Negras, integró la Brigada de Paracaidistas y llegó al rango de capitán, todo en cuarteles de Río de Janeiro.
Pero en 1986, un año después del fin de la dictadura, lideró una protesta contra los bajos salarios de los militares, lo que le valió una sanción de 15 días de detención por actos de indisciplina.
Tras ser acusado de otras protestas salariales fue obligado a pasar a la reserva en 1988, año en que inició su carrera política al ser elegido como miembro del Concejo Municipal de Río de Janeiro.
Dos años después fue elegido diputado federal y en 1993 protagonizó su primera gran polémica al defender el cierre del Congreso y un nuevo régimen de excepción para, en su opinión, facilitar la gobernabilidad