ELECCIONES ITALIANAS

Italia, historia de un país difícil: 64 gobiernos en 69 años

¿Por qué es tan complicado gobernar en este país? Un rápido vistazo a su historia reciente permite contemplar las enormes dificultades para dirigirlo

Berlusconi, a pesar de sus triunfos electorales, siempre ha tenido problemas para mantenerse en el poder

Juan Andrés Rubert

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

El clima político en el país transalpino siempre ha estado impregnado por la incertidumbre. Los recientes resultados de las elecciones italianas han puesto de manifiesto lo difícil que es gobernar en un país como este, en el que ha llegado a haber gobiernos que tan solo han durado días. Desde 1949, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, Italia ha tenido en total 64 gobiernos, de los cuales solo seis han superado los dos años de duración. Es decir, cada Ejecutivo dura, de media, algo menos de un año. Lo vemos claramente reflejado en el panorama político en los últimos 5 años, ya que Italia ha visto desfilar ante sus ojos a tres primeros ministros: Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni.

Por ejemplo, durante la década de los años 70, Italia sufrió una crisis social que fue catalogada como los "anni di piombo" (años de plomo). La insatisfacción por la situación política caótica con gobiernos efímeros se tradujo en violencia callejera y sucesivamente en lucha armada. Ahí surgieron grupos radicales que hicieron del terrorismo su arma principal para provocar el derrocamiento de las instituciones políticas con tal de sembrar aún más caos. Este panorama llegó a su momento más crítico con el asesinato en 1979 del líder democristiano Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas. Moro había conseguido un pacto entre su partido, Democracia Cristiana, y el Partido Comunista de Italia para combatir, precisamente, al terrorismo. Su asesinato hizo saltar por los aires tal acuerdo, e Italia volvió a sumirse en el caos.

Ya no solo el terrorismo, sino también la corrupción, la mafia y las diferentes crisis económicas. Una lacra que acompañó a Italia durante los años 70, los 80 y buena parte de los 90. La situación política italiana reciente, por lo tanto, siempre se ha caracterizado por la inestabilidad. No olvidemos que la Italia moderna, tal y como la conocemos ahora, terminó de unificarse y crearse en 1871, después de más de 60 años de guerras por lograr esa unidad. A mediados de los años 90, un ya conocido Silvio Berlusconi, empresario y magnate de la televisión, fundó un nuevo partido, Forza Italia, que ganó las elecciones con la ayuda de su control de los medios de comunicación. Aprovechó todo el caos imperante para arrebatarles el terreno a los partidos tradicionales italianos. A pesar del triunfo, Berlusconi gobernó en coalición, con el apoyo del partido Liga Norte, que empezó a ganar influencia en el norte del país (Padania). 

Pero también le llegó su hora al todopoderoso magnate. Acusado de corrupción y de hacerse con el control del estado, Berlusconi fue atacado por la oposición para hacerle perder influencia. De nuevo, se convocan elecciones y en tal solo un año después, en 1995 ganó las elecciones Lamberto Dini, y justo un año después, una coalición de centro izquierda, el Olivo, liderada por Romano Prodi, le arrebata el poder a Dini. Las tensiones internas en esta coalición provocaron que solo dos años después fuera sustituido por Massimo D'Alema. Y otra vez, esta inestabilidad le permitió en 2001 a Silvio Berlusconi recuperar el poder. Bajo su segundo gobierno, Italia fue miembro de la alianza que participó en la lucha antiterrorista de Estados Unidos después del 11-S, en Afganistán e Irak. A día de hoy, todavía mantiene allí tropas en ambos países.

Los primeros años del 2000 fueron muy parecidos a los 90, ya que Prodi volvió a gobernar y Berlusconi volvió a perder. El cuento de nunca acabar. Prodi logró mantenerse de forma algo más solida en el poder, pero la oposición y los medios se encargaron también esta vez de sacar a la luz temas de corrupción y espionaje en su contra, de forma que eso a Berlusconi le permite recuperar el poder en 2008. Cuando el empresario estuvo cercado por los casos de corrupción y de escándalos sexuales, fue Mario Monti el que aprovechó el ruido para ganar las elecciones. Dos años después, llega al poder Enrico Letta, que tan solo dura un año. Luego, otros dos años de gobierno de Matteo Renzi y, hasta que se forme nuevo gobierno, el que está al frente es Paolo Gentiloni. Todo un caos institucional que ya forma parte de la cultura política italiana desde que terminó la Segunda Guerra Mundial.

La clave actual reside, principalmente, en la gente joven, que en los últimos años ha manifestado su profundo desencanto con la clase política. El paro juvenil, que ha llegado a rozar el 40 por ciento, ha provocado que este sector de la población no confíe en sus políticos, muchas veces encerrados en conflictos internos, casos de corrupción e intereses propios. La elevada fragmentación política se debe también al desconcierto social que hay en el país al desconocer cuáles son las intenciones reales de cada partido, más allá de las ideologías. Por no hablar de la abstención, que cada vez es más elevada. De ahí a que surjan partidos políticos que no tenían ningún recorrido, como el Movimiento Cinco Estrellas, que ha pasado del ostracismo a ganar las elecciones a base de un discurso que ha canalizado el descontento general. 

El panorama se presenta, de nuevo, ingobernable. Los italianos, por regla general, no creen mucho en su clase política. Votan porque tienen que votar. El partido M5S no tendrá más remedio que buscar socios de gobierno para poder dirigir un barco que lleva más de sesenta años inestable. Quién sabe lo que durará esta próxima legislatura. Echar un vistazo a la historia reciente no anima a ver un cambio.

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