Los niños migrantes

Asociaciones de Derechos Humanos en Marruecos alertan del alud de menores que se arrojan a las ruta clandestinas para alcanzar Europa

Los niños migrantes

Beatriz Mesa

Publicado el - Actualizado

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Souhail tenía 17 años cuando convenció a su madre del viaje clandestino a España. «Volveré con una fortuna», le decía expectante a su familia. Señalaba con la mano la casa del vecino como «modelo de éxito». Su amigo se arrimó a las rutas clandestinas, llegó a Italia y después de varios años, consiguió la nacionalidad europea y un trabajo digno. «Yo también puedo», pensaba el joven Souhail mientras echaba a volar su imaginación.

Se veía como tantos otros migrantes residentes en el extranjero (MRE) saliendo en patera y regresando a su país de origen al volante de coches por encima de los 15.000 euros. Los MRE engañan a los que se quedan en el país, al exhibir ropas de marca, coches de alta gama y aparentes boyantes cuentas bancarias. Sólo cuentan una parte de la historia, propia de las películas de Hollywood. Sin embargo, ocultan la crudeza de la cotidianidad en suelo europeo. No sólo se trata de encontrar un empleo, sino llegar holgadamente a final de mes.

Al joven Souhail le hicieron creer que con escasos 50 euros alquilaría la plaza en una patera que saldría desde las playas de Tánger con rumbo al sur de Andalucía. «¿Cómo alcanzar el dinero?», se torturaba. Así las cosas y, entonces, con un pie más fuera que dentro del colegio, tomó la decisión de trabajar unos días, de sol a sol, en los invernaderos de la región de Agadir, en donde el cultivo de la judía y el pimiento padrón son como lingotes de oro para miles de familias agrícolas.

Con dos semanas recolectando la cosecha eran suficientes para sumar el montante que la mafia le pidió. Por día ganaba unos cinco euros. Más abultaba la hucha, más se acercaba el día de su «juicio final», señaló su hermana a la Cadena Cope. Para Sahara, la solución clandestina era una crónica de muerte anunciada.

Las mafias llenan las embarcaciones de cuerpos de niños henchidos de ilusión—piensan en una dulce travesía por el mediterráneo— y luego se encuentran frente a otra realidad, el riesgo de morir ahogado. Sólo se cuenta los que llegan, ¿y los que no llegan?, se preguntó Sahara al tiempo que bombardeaba el móvil de su hermano con las imágenes de naufragios de menores no acompañados que se hundieron en el intento. Buscaba disuadirle para desalojar la arriesgada idea. El pulso entre las imágenes de éxito de las mafias frente a las imágenes de fracaso en las redes sociales terminó venciendo en el lado de la hermana de Souhail.

El miedo se apoderó de él hasta tirar la toalla. La familia renació. Sin embargo, muchos menores emigrantes no acompañados (MENAS) han terminado echándose a las rutas clandestinas y solos, empujados por las mafias, han viajado a Tánger esperando la salida marítima o terrestre a través de Ceuta o Melilla. «Se está viviendo un aumento de flujos migratorios de menores desde localidades como Zagora, golpeadas por la pobreza y la marginalización», declaró Mohamd Khaloufi, activista y agente civil, quien alertó del uso por parte de las mafias de las redes sociales, Facebook o twitter, para embaucar a los menores hacia el Dorado. « Nuestros hijos han abandonado las sillas de las clases pensando que están perdiendo el tiempo. Prefieren encontrar una plaza en una embarcación que le ayude a él y su familia salir de la precariedad», añadió.

Ocho años después de las movilizaciones populares de 2011 que abrieron nuevos horizontes de esperanza para una joven población, se tiene la sensación de que pocos cambios—o ninguno— llegaron a los pueblos alejados de las principales ciudades del país en donde la agricultura es prácticamente la única salida profesional. « En la ciudad de Zagora hay lugares en donde siquiera llega el agua. Los jóvenes están desesperados y, por ello, estamos viendo un aumento de éxodo de nuestros menores», declaró en Cope Salem Laanaya, coordinador de la red de derechos humanos.

Las migraciones aumentan o descienden no sólo según la presión de las autoridades marroquíes en las zonas calientes, en las fronteras de Ceuta o Melilla, sino según la ley de la «oferta y demanda», aseguraron fuentes de la sociedad civil en la región rifeña, al norte de Marruecos, foco de salidas de embarcaciones.  Hay momentos en que los precios de la plaza descienden tanto que rápidamente surgen colas de candidatos dispuestos a embarcar.

Si ya es difícil la «espera» de cruzar al otro lado de la orilla para un joven de nacionalidad magrebí, para otros migrantes de nacionalidad subsahariana la desesperación aumenta. Cada día los menores del África Occidental deben darse de bruces con el deprecio racial. Es tal el racismo instalado en la sociedad árabe que crecen las ansias de la huida. «En estos momentos nos llegan menores de Camerún—la mayoría tiene 17 años—a los que atendemos psicológicamente. Intentamos igualmente proporcionarles actividades de fútbol, teatro y escolarización», señalaron a la Cadena Cope fuentes de la diócesis de la Iglesia de Tánger. Estos niños viven realidades de adulto. Sufren como adultos. Lloran y ríen como adultos. Están solos. Solos salieron de sus hogares y solos, con suerte, llegan a España.

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