Al menos 85 muertos y 58 heridos al explotar una toma clandestina de gasolina en México

Se teme que se encuentren más cadáveres calcinados 

Explosión en una toma clandestina de gasolina de Petróleos Mexicanos (Pemex)

Agencia EFE

Publicado el - Actualizado

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A casi 48 horas del suceso, las autoridades mexicanas siguen sin conocer las causas de la explosión de una toma clandestina de gasolina que ha dejado hasta el momento 85 muertos y 58 heridos, muchos de ellos de gravedad.

"No vamos a generar hipótesis que después no podamos ratificar. En este sentido, vamos a ser muy cuidadosos", ha dicho este domingo en una rueda de prensa el recientemente nombrado fiscal general, Alejandro Gertz.

En una comparecencia pública de la noche del sábado Gertz explicó que una de las hipótesis que se barajan es que la deflagración ocurriera a causa de la ropa con "contenido sintético" que llevaban los lugareños en la zona y que pudo haber generado "reacciones eléctricas".

No obstante, este domingo ha puntualizado que esta hipótesis no era "el resultado final" de la investigación, después de que varios medios de comunicación dieran por hecho que la acumulación de gases de alto octanaje y una chispa por fricción de ropa ocasionaron esta tragedia en Tlahuelilpan, en el central estado de Hidalgo.

El viernes por la tarde, un grupo de pobladores del municipio de Tlahuelilpan, en el céntrico estado de Hidalgo, reventó un oleoducto de hidrocarburos y empezó a sustraer, de una forma muy rudimentaria, la gasolina.

Tras unas dos horas, y pese a la presencia del Ejército, que poco pudo hacer para controlar a los centenares de personas que se acercaron a recoger gasolina, una explosión arrebató la vida a 85 personas, mientras que otras 58 continúan heridas, alguna de gravedad.

"Las llamas estaban consumiendo todo lo que había alrededor y había personas fallecidas y quemadas", describió hoy el gobernador estatal, Omar Fayad.

El titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, Luis Cresencio, subrayó que los militares intentaron disuadir a los pobladores de la zona, pero estos hicieron "caso omiso y se tornaron algunos de ellos un poco agresivos".

El fuego tardó varias horas en ser extinguido por completo y las imágenes del momento de la explosión, muchas de ellas grabadas por vecinos de la zona, eran desgarradoras, con gente con graves quemaduras pidiendo ayuda, o deambulando sin apenas ropa, consumida por las llamas.

Horas después, mientras decenas de heridos siguen siendo atendidos en varios hospitales de Hidalgo, del estado de México y de la Ciudad de México, familiares y amigos continúan todavía en el lugar de los hechos con la finalidad de identificar algunos cuerpos.

En las cercanías de la "zona cero", decenas de garrafas para cargar combustible continúan desperdigadas, próximas a una hilera de militares que custodian la entrada, donde la tierra se ha ennegrecido a causa de la explosión y el incendio y aún se percibe el olor a gasolina, que acompaña a un sol sin piedad.

A la izquierda, se acumula un tumulto de familiares que esperan noticias. Preguntan, hablan entre ellos y siguen con la mirada a los agentes de policía. Después callan y agachan la cabeza, entre la desesperación y la tristeza.

"Espero saber algo pronto, lo antes posible", dijo a Efe Alfredo Guillermo Sierra, quien desde la noche del viernes aguarda saber algo de sus dos primos y de su tío.

La falta de información aquí ha hecho a su familia buscar en hospitales y lugares cercanos a la zona, sin encontrar hasta el momento respuesta.

Si este sábado el paisaje ya es desolador, horas antes las escenas eran macabras, con los cadáveres a la vista de todos. Cuerpos calcinados, algunos incluso hasta los huesos.

Después de eso, relata, llegaron excavadoras a mover toneladas de tierra. "Había personas todavía ahí y las taparon", aseguró, sumándose así a las críticas de otros familiares de desaparecidos.

Esta tragedia por explosión se sitúa entre las más mortales de las últimas décadas en México. Por el número de decesos, recuerda a los 73 muertos y 350 heridos en el estallido de una bodega clandestina de material pirotécnico en la central de abastos de Celaya, en 1999.

El 19 de noviembre de 1984 tuvo lugar la peor tragedia hasta la fecha, con la explosión de varios depósitos de gas de la compañía estatal Petróleos Méxicanos (Pemex) en el barrio de San Juanico del estado de México, que causó medio millar de muertos.

La actual tragedia en Hidalgo coincide con el combate frontal lanzado por López Obrador contra el robo de hidrocarburos, que según cifras oficiales generó pérdidas para Pemex de 65.000 millones de pesos (unos 3.400 millones de dólares) en 2018.

Además del refuerzo de la vigilancia en los oleoductos con miles de efectivos, se cambió el modelo de suministro a las estaciones de servicio, al recurrir a camiones cisterna, lo que genera desde inicios del año problemas de desabastecimiento en varios estados por el cierre de gasolineras y las compras a raíz del pánico.

Esta terrible tragedia acontece en medio de esta lucha contra el robo de gasolina, que muchos consideran la primera gran crisis gubernamental de López Obrador, quien ha suspendido todas sus actividades públicas del fin de semana.

Casos como el de Tlahuelilpan evidencian la crudeza de esta lucha. De acuerdo con cifras oficiales de Pemex, el año pasado se detectaron 12.581 tomas clandestinas en oleoductos.

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