El plantón de Özil a la selección alemana causa una tormenta política en Alemania

Entrenamiento de Alemania en Eppan

Rosalía Sánchez

Publicado el - Actualizado

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La decisión de Mesut Özil, de dar plantón a la selección alemana, ha causado una tormenta política en Alemania que llega incluso hasta el gobierno federal. La ministra de Justicia, Katarina Barley, la misma que ha puesto en duda públicamente que España sea un Estado de Derecho solvente y que sigue sin pedir disculpas por ello, tampoco alcanza a entender que un alemán de origen turco le de un portazo en las narices a la selección germana y ha calificado el hecho de “alarmante”, preocupada por los efectos que pueda tener sobre “la integración de muchos jóvenes de origen turco”. El ministro de Exteriores, Heiko Maas, ha salido por la tangente diciendo que no cree que “el caso de un multimillonario que vive y trabaja en Inglaterra diga mucho sobre la integración de extranjeros en Alemania”.

La portavoz del gobierno, mucho más comedida y en nombre de Angela Merkel, ha pedido que se respete su decisión. “La canciller tiene una gran estima por Mesut Özil”, ha defendido al jugador, “es un futbolista genial que ha aportado mucho a la selección nacional”. Todos los partidos se han visto obligados a hacer su aportación a este debate que versa sobre qué significa ser alemán y sobre lo diferente que se ve la realidad desde el punto de vista de los alemanes con ocho apellidos alemanes y los alemanes con alguno menos. “Da igual que se vaya, todo lo que jugaba era una mierda”, ha terciado Ulli Hoeness, alemán de pura cepa y condenado a tres años y medio de cárcel por evadir impuestos en su país a través de cuentas bancarias en Suiza. “Nadie tiene por qué negar sus raíces, pero sería deseable un poco más de compromiso con su nueva patria”, ha sentenciado el ministro de Interior de Baden-Wurtenberg, Thomas Strobl, “con nosotros y con nuestros valores”.

“Se puede ser crítico con la selección y con el gobierno, se puede uno hacer una foto con jefes de gobierno de otros países y no por ello dejar de amar y respetar a Alemania”, ha defendido la también conservadora Serap Güler.

Özil ha tomado su decisión después de un año en que los políticos del partido anti europeo y anti extranjeros Alternativa para Alemania (AfD) hayan criticado el hecho de que en la selección alemana jueguen futbolistas sin apellido alemán. Antes del Mundial, una fotografía que se tomó en mayo, en Londres, con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, junto a su compañero Ilkay Gündogan, provocó una ola de críticas. Y tras la precipitada salida de la sección de la competición en Rusia, terminó de enrarecerse el ambiente en la Manschfat, una polémica en la que Özil ha acusado directamente a la Federación alemana (DFB) y a su presidente, Reinhard Grindel, de racismo.

“Tengo dos corazones, uno alemán y otro turco. Nací y fui educado en Alemania. ¿Por qué hay gente que sigue sin aceptar que soy alemán?”, ha reguntado el centrocampista, exjugador del Schalke, Werder Bremen, Real Madrid y actualmente en el Arsenal de Londres. También ha explicado que no saludar a Erdogan habría sido “una falta de respeto” hacia sus “raíces turcas”, para añadir que no se avergüenza y que “volvería” a hacerlo. “Para mí, hacerme una foto con el presidente Erdogan no tiene nada que ver con la política o con las elecciones, sino con el respeto hacia el máximo cargo del país de mi familia”, ha tratado de explicar. El presidente del Consejo Directivo del Bayern Múnich, Karl-Heinz Rummenigge, ha mostrado su apoyo a Özil, y el exportavoz de la DFB, Harald Stenger, sostuvo que Grindel es “el peor presidente federativo de la historia”, pidiendo su dimisión y culpándole del trato indeseable que han sufrido algunos jugadores.

El centro del debate es el hecho de que Özil no se haya sentido lo suficientemente protegido contra ataques racistas como un símbolo alarmante. En los comienzos de su carrera fue, junto con otros jugadores hijos de inmigrantes, un símbolo de integración. Otros turcos nacidos en Alemania, Nuri Sahin o los hermanos Halil y Hamid Altintop, habían optado por hacer su carrera internacional con la selección turca, mientras que Özil jugó con el que creía su equipo, un equipo que ganó la Eurocopa sub21 en 2009 y en el que había, además de apellidos típicamente alemanes como Neuer, Hummels, Kroos o Wagner, nombres de hijos de inmigrantes como Jerome Boateng, Sami Khedira o Mesut Özil, que elevaron a la selección alemana hasta conquistar el título del mundo en 2014.

El 8 de octubre de 2010, Özil fue la figura de Alemania en el triunfo por 3-0 ante Turquía en la eliminatoria para la Eurocopa y marcó el segundo gol, que no celebró por respeto a sus raíces. Al final del partido, la canciller Angela Merkel bajó al vestuario y de esa visita se conserva una foto en la que la jefa de Gobierno y Özil, este todavía sudoroso y sin camiseta, se estrechan la mano con gran afecto. Pero el surgimiento de Alternativa para Alemania (AfD), una agrupación política de ultraderecha que aborrece a jugadores como él públicamente, ha puesto en entredicho el cariño que Özil, como el resto de la selección, despierta en los alemanes.

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