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Seguimos a vueltas con el debate del cambio de hora. Como sabréis, la Comisión Europea propuso hace unos días la opción de prescindir del horario de invierno. Recordamos que el cambio horario entró en vigor en Europa en 1974, cuando por culpa de la primera gran crisis del petróleo algunos países se vieron obligados a sumar una hora a sus relojes durante los meses de más luz, para ahorrar energía. Son muchos los países que no lo hacen o que, incluso, no lo han llegado a hacer nunca en su historia.
Los ejemplos más claros en la Europa continental son los de Rusia y Bielorrusia. Moscú no cambia la hora desde 2011. Inicialmente optaron por quedarse con el horario de verano, algo que dividió a la opinión pública por no ir en consonancia con el sol. Hubo tantas críticas, que el Kremlin se vio obligado a dar marcha atrás y adoptar de forma fija el horario de invierno que tienen en la actualidad. Exactamente lo mismo sucede en Bielorrusia, porque su comercio está condicionado por su “hermano mayor”.
En Sudamérica y Centroamérica, a diferencia de Europa, los cambios de hora no son la norma. Chile anunció en enero de 2015 que mantendría el horario de verano de manera indefinida, pero en menos de un año tuvo que retomar los cambios horarios debido al descontento de la población. También existen “alternativas híbridas”, como la de Brasil o Australia, donde hay una parte del país que cambia la hora y otra que no lo hace. Y precisamente entre estas “alternativas híbridas” encontramos un caso muy curioso. En Estados Unidos todos los estados, salvo Arizona y Hawái, realizan el cambio horario. La particularidad está en que fue el propio Gobierno de Arizona el que decidió no sumarse, por considerarlo innecesario.
En África solo hay dos países que hacen el cambio: Marruecos y Namibia. El resto lo dejaron de hacer o no lo han hecho nunca. Algo parecido ocurre en el sudeste asiático, donde tampoco son muy dados a los cambios de hora. Hay países como India o China que lo utilizaron en el pasado, pero que ya no lo hacen.
Apenas el 40% de los países del mundo cambian su hora. Este dato demuestra que es una costumbre atlántica. Sobre todo, entre América del Norte y Europa. Y que, como es lógico, los países más cercanos al ecuador no cambian su hora porque las variaciones del sol son mínimas