La titánica tarea de Vladímir Putin para reflotar dos submarinos nucleares rusos del fondo del mar
Los dos submarinos rusos hundidos contienen en conjunto una cantidad de radiación similar a una cuarta parte de la que fue liberada en el desastre de Fukushima
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Rusia tiene costumbres muy peculiares, y más aún si hablamos de la curiosa tradición que tienen de regalar un número par de flores. La leyenda cuenta que el significado de las rosas es símbolo de sentimientos y voluntad divina. Por ese motivo, en Rusia es costumbre regalar un número de flores impar, dado que los números pares se reservan únicamente para los ramos funerarios.
Según recoge un artículo de la BBC, Raisa Lappa, una mujer rusa de 83 años, deposita cada día tres rosas junto a la placa de su hijo Sergei. El submarino en el que viajaba sufrió un accidente mientras estaba siendo remolcado en el océano Ártico en el año 2003. Desde entonces su madre, negada a depositar el número par de flores que daría por muerto a su hijo desaparecido, ella deposita tres rosas.
Desde aquel fatídico accidente 17 años atrás, los familiares de todos aquellos desaparecidos podrán, por fin, recuperar los restos de sus fallecidos. No porque las autoridades estén especialmente preocupados en sacar los cuerpos sin vida, sino por la radiactividad que los submarinos contienen.
Un Chernóbil bajo el mar
Actualmente hay un total de nueve submarinos nucleares hundidos en el mar a consecuencia de accidentes o daños importantes. La Armada de los Estados Unidos ha perdido dos. Intentaron encontrarlos pero dieron, sorprendentemente, con el Titanic. Los acorazados, sin embargo, continúan en las profundidades del océano.
La Armada Soviética tiene en estos momentos cinco. Por su parte, la Armada de Rusia tiene dos submarinos nucleares hundidos. Uno de ellos era en el que viajaba el hijo de Raisa Lappa.
Sin embargo, hay estudios que confirman que se han llegado a encontrar 18.000 objetos radiactivos en el océano Ártico, entre ellos 19 buques y 14 reactores nucleares. La radiación emitida por todos ellos no es demasiado alta debido a la acumulación de sedimento a lo largo de los últimos años, sí se ha demostrado que 1.000 de esos objetivos sí tienen aún elevados niveles de radiación gamma.
En marzo del año 2020, el presidente ruso, Vladímir Putin puso en marcha una iniciativa en la que se daba luz verde para sacar a flote dos submarinos nucleares rusos hundidos en el Mar de Barents. El objetivo es, de esta forma, reducir la cantidad de material radiactivo del océano Ártico.
El primero en el que se va a trabajar será el K-159, en el que se encuentra el cuerpo del hijo de Raisa Lappa. El acorazado se hundió en el año 2003, cuando una tormenta arrancó los pontones que lo mantenían a flote. Actualmente se encuentra en las afueras de Murmansk, en el Mar de Barents. En el momento de su hundimiento, liberó 800 kilos de combustible de uranio en el fondo marino.
El hundimiento del otro submarino nuclear ruso, el K-141 Kursk, tuvo lugar en el mar de Barents en el año 2000, después de una gran explosión en el compartimiento de torpedos.
Nunca antes se ha llevado a cabo un rescate de submarinos abandonados tan radical como esto. Las operaciones que deberán llevarse a cabo, en absoluto sencillas, implicarán trabajos con grandes protecciones, personal especializado y en un momento del año en concreto, ya que este tipo de operaciones solo pueden realizarse de forma segura durante tres o cuatro meses a lo largo del año.
Los dos submarinos rusos hundidos contienen en conjunto una cantidad de radiación similar a una cuarta parte de la que fue liberada en el desastre de Fukushima. Por lo tanto, podría decirse que rescatar estos acorazados nucleares va a suponer un auténtico desafío.
En el caso de no hundirse, ¿cómo deshacerse de un submarino nuclear?
Cuando estos acorazados llegan al final de su vida útil, se convierten en peligros flotantes, que están llenos de restos de combustible nuclear, radiactivos y prácticamente letales. Muchos países son los que han tenido que crear “cementerios industriales” donde llevar estos submarinos, donde se despiezan. Una tarea que es casi tan compleja como la de montarlos.
Un proceso meticuloso en el que primero hay que vaciar los tanques de combustible con especial cuidado para, a continuación, remolcarlos a un dique. Allí se cortan los compartimentos de los reactores, que se sueldan unas a otras y queda completamente sellado.
Unos cementerios donde previsiblemente dentro de muy poco, podrán descansar estos dos submarinos rusos, así como lo harán las familias de los miembros que iban a bordo, que por fin podrán despedirlos como se merecen.