La vida de Isabel II: su amistad con Churchill, cómo se enteró de la muerte de su padre y su mayor error

Compromiso y fervor por el bien de los británicos. Así se resume el reinado más largo de la historia de Gran Bretaña. Isabel, la reina de la historia

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Alex García

Publicado el - Actualizado

11 min lectura

Es sin lugar a dudas, una de las mujeres más relevantes de toda la historia. Nadie ocupó durante tanto tiempo la Corona de la Gran Bretaña y ha compartido vivencias y relevancias con personas como Winston Churchill o John Kennedy y también se ha enfrentado a una Guerra Mundial y a una crisis pandémica. Isabel II es historia viva de Inglaterra y de nuestro continente. Monarca firme, convencida y respetuosa con la Corona y el país al que representó, y que afrontó y superó múltiples crisis en su país y en su familia.

Isabel no estaba destinada a ocupar el trono británico, pero en su familia, desde siempre ha habido pequeños conflictos que han generado constantes devenires inesperados. Su abuelo, el Rey Jorge V, fue el segundo sucesor de la casa Windsor y tuvo dos hijos. El mayor de ellos, Eduardo, heredero principal a la corona, y su hermano pequeño Jorge.

Cuando su predecesor falleció, Eduardo accedió al trono del que poco tiempo después, y sin llegar a ser coronado, abdicó. La línea de sucesión puso a Jorge, padre de Isabel, como relevo natural para ser el rey de Gran Bretaña, puesto que con honores ocupó y sirvió para cambiar por completo el rumbo de la Familia Real inglesa.

Isabel, desde ese momento, pasaría ser la sucesiva reina de Inglaterra, puesto para el que le comenzó a instruir inmediatamente para el que se le comenzó a preparar. Lilibeth, que así la llamaba su padre, pasó a ser educada en casa, siendo la última reina que fue instruida de esta manera. Su hermana pequeña, Margarita creció junto a ella y siempre fueron uña y carne en los inicios, también para la educación

De princesa a reina

A los 25 años, Isabel viajó por los países pertenecientes a la Commonwealth, algo que se reprodujo y se convirtió en frecuente durante su reinado, pero este desplazamiento fue diferente a todos los que vendrían posteriormente. Tanto Isabel como su marido Felipe de Edimburgo, estaban en Kenia realizando una visita rudimentaria. En aquel momento, se hospedaban en unas casas de madera situadas en las copas de los árboles.

Durante una de las noches, la entonces princesa y heredera subió a su casa del árbol; se acostó con esa titulación, y al día siguiente despertó siendo reina de Inglaterra. Su padre, Jorge VI había fallecido. Desde ese momento la imagen de Isabel pasó a ser la del poder, la corona y el cetro de la iglesia y del país. Todo en una cabaña, en lo alto de un árbol, el testigo principal de un relevo histórico y relevante para la historia del Reino Unido.

Desde ese instante en el año 1953, pasó a reinar en Gran Bretaña y otras 54 naciones de las cuales nunca dejó de preocuparse; y con una amplia experiencia en muchos ámbitos de la vida gracias a su preparación y a las vivencias pasadas que había experimentado. Una de estas aventuras fue cuando en la Segunda Guerra Mundial se alistó en el servicio territorial como auxiliar de mujeres, siendo la primera monarca que asistió allí a tiempo completo.

Como manda la tradición en las Islas Británicas, tras un luto de meses; un año después Isabel II fue nombrada como reina de Gran Bretaña y de las colonias de la Commonwealth, en una ceremonia que por primera vez en la historia, sería televisada. A su lado, Felipe de Edimburgo, el hombre con el que se casó en el año 1947 y que lo acompañó durante toda su vida, hasta su fallecimiento en 2020 a las puertas de cumplir el centenario.

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Felipe, el Duque ambicioso

La relación de pareja del matrimonio más significativo del Reino Unido siempre tuvo un carácter íntimo, poco trascendental a la vida pública, aunque por momentos fue ciertamente explosiva. La vida de palacio no es sencilla, y los sacrificios que se deben realizar en contraste a lo que sería habitual en una pareja tradicional.

Felipe era un hombre con claros objetivos de ser poderoso, y verse cuatro pasos después de la reina en un principio no fue sencillo. A pesar de los desvaríos y las circunstanciales dificultades, el matrimonio fue creciendo en calidad y en amor a medida que pasaban los años. Contemplar el crecimiento de sus hijos ayudó bastante a que ese convencimiento se afianzara.

Entre perros y caballos

De todas las curiosidades que rodean la vida de la reina, destacan dos referentes a los documentos identificativos. Resulta curioso comprobar que Isabel nunca ha necesitado un pasaporte para viajar, y que del mismo modo, tampoco tiene una licencia para conducir, no precisa de ninguna de estas herramientas, ya que ella es quien proporciona estos documentos a los ciudadanos del país. Pero no son estas las únicas curiosidades que rodean a la monarca.

Entre sus aficiones más destacadas estaba su pasión por los perros. Desde que llegó, en el Palacio de Buckingham, se ha oído casi constantemente pequeños ladridos de los perros de la reina Isabel. Siempre de su raza favorita, la que le acompañó siempre, los corgi galés de Pembroke. También, los caballos han sido otro de los animales fijos para la reina. La pasión por la hípica y las carreras de caballos, arrancaron desde temprana edad cuando empezó a criar un poni.

Desde siempre, junto a un amigo cercano a la familia, preparó diferentes caballos para carreras y disfrutar del deporte que más le gustaba, las carreras de caballos.

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Winston Churchill, el hombre de confianza

A lo largo de los años, las amistades de la reina no han trascendido tanto como se pudiera imaginar en un principio. De hecho era poco común notar esa cercanía por parte de la monarca hacia alguna de las personas que rodeaban la esfera real, pero de vez en cuando hubo alguna excepción.

Una de ellas fue la de uno de los más ilustres Primeros Ministros de Gran Bretaña, Winston Churchill. Junto a él, Isabel vivió momentos de todo tipo, de lejanía al comienzo y de alta cercanía después. Su relación era altamente cordial y respetuosa, y según los que conocedores de la historia, llegó a ser muy cercana.

La empatía y el cariño que le guardaba Isabel al Primer Ministro fue tal, que por él llegó a saltarse el protocolo. En los eventos como bodas, o funerales, la figura regente es la última en llegar y la primera en marcharse del evento. En el caso de la despedida de Churchill, la reina llegó la primera y se fue la última, demostrando el cariño que guardaba al hombre que salvó a Gran Bretaña de la guerra.

El error del que más se arrepiente

A lo largo de todo su reinado, hubo una mancha que para ella siempre ha sido una espina clavada que mantiene el dolor todavía a día de hoy. El 21 de octubre de 1966, en Aberfan, una ciudad de Irlanda, se produjo una avalancha procedente de una escombrera minera. La desgracia fue tal, que fallecieron un total de 144 personas, entre las cuales había una gran cantidad de niños.

Los cuerpos de las personas que se iban localizando, eran depositados en las cunetas para tratar de juntar la mayor cantidad de cadáveres encontrados. Isabel recuerda con tristeza la frialdad y la negativa con la que en un primer momento se opuso a asistir al lugar de la tragedia; en su lugar, fue su marido Felipe quien asistió al día siguiente por orden de la reina, algo que no sentó bien al pueblo inglés.

Desde entonces y a raíz de toda la repercusión, con un claro signo de arrepentimiento, la monarca acudió a Aberfan y quedó consternada con el panorama de tragedia que allí estaba sucediendo. Su cara fue un poema y su tristeza se hizo latente. Desde entonces, y en señal de duelo, acude con cierta frecuencia a visitar el paraje.

1992: El año negro

De toda las diferentes épocas en las que se vivió el reinado de Isabel II, quizá haya un año que tenga un tapiz negro para la monarca. En 1992, España se vestía de olimpismo con los Juegos de Barcelona, una cita que sirvió para que el mundo contemplara la evolución del país casi veinte años después del franquismo.

En Gran Bretaña, por contra, las cosas no iban tan bien. El Castillo de Windsor sufrió un incendio devastador que acabó con la residencia favorita de la regente; esta situación generó polémica sobre toda la sociedad británica, quienes al mismo tiempo veían como Diana y el príncipe Carlos se distanciaban, y la princesa Ana se divorciaba de su marido. En esta época, la popularidad de la Familia Real británica, cayó por los suelos.

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Las mujeres de Inglaterra

Quizá las épocas más distinguidas del reinado de Isabel, tengan un hueco especial para dos mujeres que causaron diferencia. Una de ellas fue Margaret Thatcher, la primera mujer que ostentó el poder de ser Primera Ministra del Gobierno del Reino Unido. Es de sobra conocido que las políticas ultra-liberales que proponía Thatcher, no eran del agrado de la reina; y no solo eso, sino que además sus caracteres eran completamente opuestos y chocaban bastante.

La reina Isabel y la Primera Ministra eran de la misma edad, apenas se llevaban cinco meses, y curiosamente, no empezaron con buen pie. De hecho, no era la primera vez que Elisabeth chocaba con una mujer de su misma generación.

Tiempo atrás, en un encuentro con el entonces Presidente de los Estados Unidos, John Fidgerald Kennedy, la reina tuvo un pequeño encontronazo con la entonces primera dama Jacqueline Kennedy. Esta mujer tenía un gran carisma y lo que decía nunca dejaba a nadie indiferente y unas declaraciones desafortunadas incomodaron a la reina.

Sin embargo, quizá el mayor cambio de opinión que tuvo respecto a una persona quizá fue con la Princesa Diana. La mujer más amada por todo el Reino Unido en la última época del siglo XX, llegó a ser denominada como “la princesa del pueblo”. Cuando empezó a haber síntomas de distanciamiento entre ella y su entonces marido, el príncipe Carlos, fue alejada de la vida pública real.

Sin embargo, cuando falleció en un trágico accidente en París, Isabel realizó un comunicado público a un país que lloraba desconsolado la pérdida de Diana. Las muestras de cariño en las calles eran más que notables, y el respeto y la admiración fueron muy reseñables. La reina, durante ese comunicado, llegó a proceder con una leve reverencia en señal de respeto a la fallecida.

Un Brexit en el que no tuvo ni voz ni voto

La salida del Reino Unido de la Unión Europea, inevitablemente ha salpicado al Palacio de Buckingham. Se acusó a la corona de no intervenir en el proceso de salida del país de la comunidad económica, sin embargo, poco podía hacer ante la postura que había tomado el pueblo británico, ya que la monarquía debe mantenerse neutral.

Con la culminación del Brexit, la Casa Real dejó de recibir fondos de la Política Agraria Común. Por lo que fincas como Sandringham, en Norfolk, ya no percibe las 700.000 libras al año que previamente recibía, al igual que las granjas de Windsor que perdieron 300.000.

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La década de los cambios

Los últimos diez años han sido un tanto peculiares para la Familia Real británica. La reina Isabel, ya en edad veterana, ha tenido que enfrentarse a varios conflictos que han desestabilizado el país a nivel global, pero además también han hecho lo propio con su familia.

Durante todo su periodo en el trono, los problemas familiares han sido tendencia con el paso de los años. Desde los inicios con su tío y principal heredero al trono, Eduardo VIII; hasta la desventura más reciente con su nieto Enrique y la actriz estadounidense Meghan Markle. Estos últimos salieron de la vida de palacio rumbo a los Estados Unidos, alejados de las exigencias propias y conocidas de Palacio de Buckingham.

Isabel mantuvo para la pareja la titulación del Ducado de Sussex, pero les despojó de patronazgos y de honores militares. Algo que no ha sentado muy bien a la pareja, que desde que esto se produjera en el año 2020, la reacción automática ha sido siempre el rechazo a la Casa Real y a todo lo que rodea a la dinastía Windsor.

Uno de los golpes más grandes que la reina ha recibido fue en el año 2021, cuando su marido el príncipe Felipe de Edimburgo falleció a los 99 años de edad, tras una vida dedicada a su esposa y a Inglaterra y Gran Bretaña. En abril su féretro descansó en la Abadía de Westminster, el mismo lugar en el que varias décadas antes, más de siete, contrajo matrimonio con su esposa, la reina Isabel.

La reina de la evolución, del cambio y de la transformación del mundo. Elisabeth llegó al trono con un país gobernado por Winston Churchill, recién salido de la Segunda Guerra Mundial, con una monarquía endeble. Siete décadas después deja un mundo nuevo en el que los smartphones son las herramientas del mañana, con un papel trascendental de parte de la monarquía y una unidad global de todo el Reino Unido.

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