Madrid - Publicado el - Actualizado
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La histórica victoria de Ciudadanos en las autonómicas catalanas tuvo como contrapunto la revalidación de la mayoría absoluta por parte de los tres partidos que promovieron la declaración unilateral de independencia en la anterior legislatura y llevaron a Cataluña a una peligrosa polarización. Con todo, sería prematuro dar por descontada la continuidad. La pírrica mayoría absoluta independentista en escaños no se corresponde con la mayoría en votos, debido a la ley electoral catalana, que favorece el voto rural. Este es un factor que deja al anterior tripartido sin legitimidad para continuar con aventuras rupturistas, que además necesitarían el voto de los antisistema de la CUP, que anoche vivieron un descalabro. La victoria frente a Esquerra de Junts per Catalunya, la antigua Convergencia, contra la previsión de las encuestas, parece significar también un deseo de moderación en el soberanismo, con la incógnita de qué hará ahora el prófugo Carles Puigdemont, que deberá responder a la justicia en cuanto ponga un pie en España. Se abren múltiples posibilidades de futuro, pero está claro es que se impone el cambio en Cataluña. La histórica participación de casi el 82 % en un clima de libertad como hacía tiempo que no se vivía allí es ya todo un triunfo de la normalidad del imperio de la ley y de la democracia, algo que resulta difícil de pensar que vaya a tener vuelta atrás.