La madurez de la vida cristiana

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Discurso que el Papa Francisco ha dirigido a la Curia Romana bien podría resumirse en el siguiente titular: la madurez de la vida cristiana. Con tanta dosis de realismo como de esperanza, el Papa ha mirado de frente las aflicciones que hoy aquejan a la Iglesia. Entre ellas ha abordado con detenimiento los abusos de poder, sexuales y de conciencia, la infidelidad de quienes traicionan su consagración para sembrar la cizaña de la discordia. Combatir esa corrupción espiritual para que resplandezca la luz de Cristo, es tarea de todos. Pero en el discurso del Papa no ha dejado de brillar el trigo abundante que crece en el campo de la Iglesia: el Sínodo de los jóvenes, las reformas en la curia, la transparencia en la toma de decisiones económicas. La Iglesia cuenta con nuevos Santos y beatos, con nuevos bautizados y consagrados, con nuevos matrimonios y con amplias redes de ayuda a los excluidos.

Ser cristiano pasa por asumir que el trigo y la cizaña crecen juntos y que mientras llega la siega hay que intentar no perder el centro de la Fe. Esto es: se trata de vigilar, de esforzarse por purificar, de asumir los pecados, de levantarse tras el fracaso y de dejarse iluminar por el misterio de la Encarnación. La vida puede más que la muerte, la luz puede más que la oscuridad, el bien puede más que el mal. Y la Navidad lo manifiesta. Los graves males cometidos por algunos jamás ocultarán todo el bien que la Iglesia realiza en el mundo.