'Línea Editorial'

Un mal demasiado grande

Estamos ante el terrible desgarro de la muerte de los inocentes que, desgraciadamente, nos asalta con frecuencia.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Todo estamos conmocionados por el modo en que ha concluido el caso de Gabriel, el niño desaparecido en el pueblo almeriense de Níjar. Los indicios apuntan a que murió asesinado por una persona muy cercana, la pareja del padre. El hecho de que esta persona simulara estar buscándole y tuviera el deber de cuidarle, aumenta aún más la desolación. La investigación en curso arrojará más luz sobre las circunstancias de la muerte y las posibles motivaciones.

Pero por mucho que se avance nunca nos resultará comprensible del todo qué provocó la decisión de poner fin a su vida. Estamos ante el terrible desgarro de la muerte de los inocentes que, desgraciadamente, nos asalta con frecuencia. No es extraño que nos rebelemos, que sintamos un profundo escándalo, que rechacemos con todo nuestro ser esta injusticia suprema. Los niños, los inocentes, son lo mejor que tenemos.

Una muerte así nos pone ante el misterio de la iniquidad, del mal. Indescifrable, inasumible por más análisis sociológicos y psicológicos que hagamos. Un torbellino sucio y abominable parece dominar ciertas circunstancias. Y sabemos que nuestro deseo de justicia no quedará satisfecho con muchos años de cárcel. Sabemos que es necesario un hecho más potente que el mal sufrido, capaz de restaurar la vida perdida. De otro modo la vida sería una estafa. Sabemos, deseamos, eso que la tradición cristiana llama la redención. Algo, Alguien, más fuerte que el sufrimiento de los inocentes.