Madrid - Publicado el - Actualizado
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Al finalizar el Ángelus de este domingo, el Papa Francisco nos ha pedido
rezar por las víctimas del salvaje atentado terrorista perpetrado en una
mezquita, al norte del Sinaí, en Egipto. Y nos ha pedido que recemos
también por el viaje que está comenzando y que le llevará a Myanmar y
a Bangladés, desde hoy y hasta el próximo día 2 de diciembre. El Papa
conoce bien las dificultades sobrevenidas al viaje con la gigantesca
crisis de los rohingya
sobre la mesa. Más de 600.000 personas de esta etnia de confesión
musulmana han tenido que huir a Bangladés desde la propia Myanmar, que
ha llegado a ser acusada, entre otros por Estados Unidos, de haber
puesto en marcha una auténtica limpieza étnica. En este complicado
escenario, Francisco pondrá buena parte de los esfuerzos del viaje en
confortar a las minoritarias
comunidades católicas, llamadas a ser hoy en aquellas tierras,
fermento de paz, concordia y convivencia. Además de sus habituales
encuentros con las autoridades, especialmente significativos en esta
ocasión, porque es la primera vez que
un Papa visita Myanmar, Francisco celebrará una Eucaristía que se prevé
multitudinaria en un estadio birmano y otra, en un parque de Bangladés, en
la que ordenará a 16 sacerdotes, en un país que cuenta apenas con un total
de 400 curas. En este contexto, el viaje del Papa que es, sin duda,
uno de los más difíciles de cuantos ha emprendido hasta ahora, es,
sobre todo, un signo de
cercanía y esperanza para aquellos pueblos de Asia y para nosotros,
ante la tentación, de pensar, de manera equivocada, que lo que les
ocurra a aquellos hermanos nos queda demasiado lejos.