LÍNEA EDITORIAL

Una ceremonia previsible

La ceremonia de entrega de los Oscars presume de ser año tras año un escaparate que ofrece mucho más que cine

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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La ceremonia de entrega de los Oscars presume de ser año tras año un escaparate que ofrece mucho más que cine. La posición de la cámara suele ser una posición netamente política y la Academia lo exhibe sin pudor, a menudo precisamente en la dirección de la corrección política.

En esta ocasión no ha sido una excepción y aunque había suficiente materia con el terrible asunto de los escándalos sexuales en Hollywood, la ceremonia no pasó de ser una moderada proclama feminista en las formas, que solo fue acompañada en el fondo por el Óscar a la mejor actriz de Frances McDorman, gracias a una excelente interpretación en “Tres anuncios en las afueras”, que, a pesar del talento que derrocha, desemboca en una visión desesperanzadora de la América profunda.

Por lo demás, en una gala más bien plana y con los premios bastante repartidos, la triunfadora de la noche fue “La forma del agua”, que, en palabras de su propio director, Guillermo del Toro, es una propuesta anti Trump. “La forma del agua” es una fábula que, bajo el paraguas de una apuesta por la diversidad, promete más de lo que da y acaba por naufragar en los terrenos de la ideología de género, presente también en otras dos premiadas de la noche, en las categorías de mejor guion adaptado y mejor película de habla no inglesa. Eclipsadas y en segunda línea quedaron películas como Dunkerke, una demoledora visión de la guerra, que recibió tres premios técnicos, “Coco”, la nueva joya de animación de Pixar, o “El instante más oscuro”, que nos ha dejado para siempre en la memoria a un inconmensurable Gary Oldman, en la piel de Churchill. Demasiado poco y demasiado convencional para una industria que ha vuelto a ofrecernos este año mucho más talento del que la glamourosa Gala ha recogido.