24 de marzo

La hora de la esperanza

En este tiempo en el que se dispara nuestra exigencia de significado los cristianos estamos llamados a ofrecer humildemente la certeza de la Pascua

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En este tiempo de reclusión obligada por la crisis sanitaria se plantea en todo su crudeza la capacidad humana de afrontar el dolor, la tristeza y la angustia. Por encima de las torpezas en la gestión de la crisis están cada una de las personas que sufren las consecuencias de la pandemia y las que se preguntan sobre el sentido real del dolor, de la vida y de la muerte. Ni las grandes ideologías políticas, ni la tecnología, ni el bienestar material están a la altura de este desafío, no son capaces de sostener una esperanza fiable.

Pero cuando surge la tragedia, ya sea por alguna catástrofe natural, ya por un atentado terrorista o, como ahora, por una pandemia, caemos en la cuenta de nuestra fragilidad, pero al mismo tiempo se dispara nuestra exigencia de significado, de felicidad y de justicia para nosotros y los que amamos, y en el fondo, para todo el mundo, porque nos descubrimos misteriosamente unidos.

Es ahí donde los cristianos estamos llamados a ofrecer humildemente la certeza de la Pascua. Jesucristo no nos ha dado una teoría del dolor o un manual para tiempos de crisis. Él ha asumido por completo nuestra humanidad, se ha implicado con nuestra historia, la ha vivido desde dentro, experimentando Él también el sufrimiento, la soledad y la muerte. Y ha vencido sobre ellas con su Resurrección, haciéndonos partícipes de esa victoria y reuniéndonos en una comunidad que debe ser un fario de esperanza para todos. Seamos responsables, hagamos el bien, estemos siempre cerca de los que más sufren, y mantengamos la confianza en Quien no defrauda.