Madrid - Publicado el - Actualizado
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En su vuelo de regreso de Japón, el Papa Francisco ha expresado su rechazo absoluto al uso de las armas atómicas, al extremo de considerar que su rechazo debería figurar en el Catecismo de la Iglesia Católica. Y no solo el uso, sino la propia posesión de esas armas, porque un accidente o una locura de algún gobernante puede destruir a la humanidad. En este sentido ha señalado que la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, ciudades que ha visitado, constituye toda una catequesis sobre la crueldad humana.
En este contexto, el Papa se ha extendido en reflexiones sobre la violencia, en torno a la cual tiene el proyecto de publicar una encíclica que espera su momento de maduración. Ahí entraría de lleno en la gran cuestión de la paz, en el significado y alcance de la legítima defensa y en la hipocresía de los países fabricantes y exportadores de armas. Los periodistas plantearon al Papa preguntas sobre la oleada de violencia que sacude desde Hong-Kong a una Iberoamérica en llamas. Francisco explicó que hace falta un análisis bien realizado para poder pronunciarse, y también delimitó que hay asuntos en los que no es competente. Sin embargo insistió en el camino de la mediación y del diálogo para abordar los conflictos.
Tras su viaje a Extremo oriente el Papa ha señalado que el Occidente del consumismo debe aprender de las culturas orientales la dimensión de la búsqueda de la sabiduría y de la contemplación. Y es que toda construcción social debe fundarse sobre el sentido auténtico de la vida humana.