¿Qué pasa en Bolivia?

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Uno de los efectos nocivos del caudillismo es la dependencia que genera en las poblaciones, a la que se suman las no menos nocivas consecuencias derivadas de Estados sin un entramado institucional sólido. Pensando en lo sucedido ayer en Bolivia no puede negarse, además, el papel que juegan las redes clientelares, la corrupción y la falta de programas coherentes de Gobierno.

El Golpe de Estado que ayer se frenó en Bolivia, convenientemente aderezado por las declaraciones de autogolpe que el militar rebelde ha intentado imputar al presidente Arce, no es ajeno a la inestabilidad política que sufre el país ni a las enemistades, más que manifiestas, entre el presidente Arce y el expresidente Morales, y entre este, y el militar rebelde. Enredos, en todo caso, que no justifican un levantamiento militar contra el Gobierno elegido democráticamente, pero que sí son parte de la política cotidiana de un país que desde hace cinco años vive en tensión.

Morales fue arrastrado fuera de la política por el Golpe de 2019. Golpe que, por otra parte, llevó a cárcel a la expresidenta Añez y al jefe de la oposición. Súmese a esta tensión política, la decadencia económica, el poco aprecio que el oficialismo siente por la oposición y la pérdida de apoyo que los sectores populares dispensan al Movimiento que sustenta al Gobierno. Los Golpes debieran ser cosa del pasado, pero en Bolivia, y no es una excepción, siguen siendo un modo de protesta que, de una vez por todas, los Gobiernos deberían disipar a través de política eficaces y justas contra la exclusión, la pobreza y el clientelismo. El problema es que los caudillos prefieren la retórica a las decisiones.