Madrid - Publicado el - Actualizado
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Frente a quienes consideran las migraciones como «una amenaza», el Papa anima a verlas como «una oportunidad para construir un futuro de paz». Insiste Francisco una vez más en el deber de hospitalidad a migrantes y refugiados, a los que dedica este 1 de enero su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. Hay nada menos que 250 millones de personas obligadas a vivir fuera de su país debido a la pobreza, al hambre o las guerras, y el resto del planeta no puede simplemente mirar hacia otro lado. Frente a la polarización política que las políticas migratorias generan en muchos países, el Papa sitúa el foco en todas las «personas, familias y comunidades» que «abren sus puertas y sus corazones a migrantes y refugiados». En esa hospitalidad quiere ver el Papa a los católicos a la vanguardia, no solo acogiendo, sino promoviendo la integración efectiva de estas personas para que su presencia genere «una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda».
El Santo Padre alude a una iniciativa diplomática del Vaticano sin precedentes para que las Iglesias locales animen a los gobiernos a comprometerse con propuestas concretas cara a la firma de los dos pactos mundiales sobre migrantes y refugiados que se espera que adopte la ONU a finales de año, pese a la negativa de EE.UU. y otros países. La idea es garantizar canales seguros para los migrantes, evitando echar a estas personas en manos de las mafias, pero también promover después su integración, sin olvidar que son sujeto tanto de derechos como de deberes.